Leandro Katz: la pluma que redacta nuestras «frases al pie» reivindica la precisión del chiste mínimo

Leandro Katz escribe las frases humorísticas al pie de la revista Orsai. En el último streaming habló de su método, del humor como oficio, de frases que lo enorgullecen y de cómo terminó atrapado en una rutina creativa de la que no quiere salir.

El francotirador del pie de página

En la última mesa de redacción de Orsai, entre remates teatrales, cortes en blanco y negro, y la presencia silenciosa pero reverencial de Horacio Altuna, apareció en escena Leandro Katz. Hasta entonces, Katz era una especie de espectro funcional: el autor de las frases al pie de la revista, el que firmaba pequeñas bombas de humor en una línea. En el streaming se volvió cuerpo, voz y proceso creativo. Y dejó claro que detrás de esa aparente ligereza, hay una maquinaria de relojero.

Leandro Katz es creativo publicitario, guionista, escritor de libros infantiles, y sobre todo, lector de Orsai desde el número uno. En esa condición de lector fan, nació el gesto inicial: enviarle a Casciari un paquete de frases escritas entre 2008 y 2012, cuando Twitter era un éxtasis literario y Facebook no era un basural de memes. «Tenía esas frases guardadas, de las redes de aquella época. Algunas gustaban entre amigos, otras no tanto. Pero estaban ahí.»

¿Qué hizo Katz? Las compiló, las ordenó, y se las mandó a Casciari. «Me contestaste casi al toque», le dijo en vivo. Hernán, que desconfía de su propio entusiasmo, las sometió a prueba con el equipo. Gustaron. Y de esa primera entrega nacieron los pies de página del número 13 de la revista Orsai. Pero lo mejor estaba por venir: «Che, ¿hacés 120 nuevas para el próximo número?», le preguntó Hernán como quien pide medialunas. Y Katz, sin saber si iba a poder repetir el milagro, dijo que sí.

Desde entonces, vive en «modo frase». Se manda audios por WhatsApp para no perder ocurrencias, piensa chistes mientras camina, y cuando algo funciona, lo baja al papel. «Estoy todo el tiempo fraseando», confesó. Y ya va por 170 nuevas frases para el número siguiente. Su sistema es tan intuitivo como sofisticado: «Para mí funciona como la rima. Empiezo por el final. Como si armara un soneto. Busco una palabra que tenga doble sentido y retrocedo, trato de que tenga sentido de los dos lados.»

A la hora de mencionar favoritas, tiró algunas que podrían estar en un manual de humor breve:

  • Eché al mozo porque no servía.
  • El tiempo dirá si soy buen meteorólogo.
  • Puse un local. Espero tener visitantes.
  • Para un trámite me pidieron antecedentes penales. Mirá si me voy a acordar de todos los penales que pateé.

Cada una tiene lo que el humorista busca: velocidad, sorpresa y doble o triple fondo. Hernán lo definió como «un cross a la mandíbula con una sola frase». Y Altuna, desde su experiencia con la tira diaria y el aforismo como disparador, lo validó con una sonrisa que, en Altuna, vale oro.

Una de las particularidades del proceso de Katz es que, a diferencia de lo que podría esperarse, no planifica por tema ni genera familias de chistes. «No me sale así. Cada frase es independiente. Algunas salen en serie, pero no tienen que ver entre sí.»

Sobre Inteligencia y Artificios

Sobre la relación con la inteligencia artificial, Katz fue tajante: «Me autoimpuse no usar ChatGPT para hacer estas frases. No es por soberbia, es porque siento que si empiezo, pierdo ese filo personal.»
Lo dijo minutos después de que Casciari probara, en vivo, pedirle a ChatGPT diez frases graciosas. Las generó. Algunas eran buenas, pero ninguna memorable. «No es lo mismo», concluyeron todos. «Puede generar algo correcto, pero no algo quirúrgico.»

En ese punto se instaló la diferencia entre el ingenio humano y el algoritmo: la frase memorable tiene respiración, tiempo, imprevisto, caos. «A veces no me sale nada. Pienso que ya está, que nunca se me va a ocurrir otra frase. Y después aparece una.»

Las frases de Katz, además, se sumarána las bolsas que se usan en la tienda Orsai, los vinilos de las vidrieras, y hasta la fachada del local 18, que están plagados de frases con peso específico. Su trabajo es un nuevo ADN visual de la revista, y una forma distinta de narrar desde los bordes.

El público ya no lee solo las crónicas o los cuentos. Lee las esquinas. Se queda mirando los pies de foto. Se tienta en el margen. Y ese gesto marginal, que parece inocente, es lo que transforma un número en una experiencia.

«Estoy como enfermo», dijo Katz al final. Y fue la declaración de amor más honesta de toda la charla.
En Orsai, estar enfermo de frases es el mejor síntoma posible.