El mexicano Alejandro Merino fue el ganador del Concurso Orsai de Anécdotas y se llevó 5.372 dólares

Estamos ante un hito de la Comunidad Orsai: durante un mes, los socios y socias apostaron fichas en el Concurso de Anécdotas con premio incalculable en dólares y una anécdota que involucra a Pérez-Reverte resultó la ganadora.

Entre abril y mayo recibimos 711 anécdotas y Alejandro Merino, autor de la anécdota «Creerle a un escritor o creerle a un lector, ¿qué puede ser peor?» se quedó con el premio. 

Hoy mismo nos comunicaremos con el ganador y le pediremos sus datos bancarios para transferirle el dinero. Las 199 anécdotas que siguieron a la de Alejandro serán parte de una publicación Orsai que verá la luz este año y recopilará las historias más votadas del concurso, editadas y corregidas por el staff de Orsai.

La anécdota ganadora

Creerle a un escritor o creerle a un lector, ¿qué puede ser peor?

En un arrebato de honestidad, le escribí un email a Pérez-Reverte, sin pensar que acabaría mandándome libros en ediciones de lujo hasta la puerta de mi casa. Gratis.

Mientras hurgaba entre las cajas de libros que dejé hace unos años en casa de mi madre, me encontré con uno que me dio una de las mejores ideas que he tenido en mucho tiempo. Era El club Dumas, de Arturo Pérez-Reverte. Es una edición a prueba de agua (sí, te puedes meter a bañar con él y no pasa nada), bastante chida, que había estado en una de esas cajas casi 4 años, y mientras lo hojeaba y recordaba la historia de cómo lo obtuve, me vino un destello de genialidad.

Antes de mudarme definitivamente a Polonia me fui a vivir un año a Chiapas, en el sur de México, a trabajar como profesor de Lengua y Literatura. La verdad es que me fui porque pensaba que sería un profesor rural, que viviría en medio de la selva Lacandona, y que llevaría una vida sencilla y tendría tiempo para escribir mi tesis de maestría. Durante el año que viví ahí, lo único que se cumplió fue que tuve mucho tiempo libre, pero no escribí ni madres de la tesis.

A mis estudiantes, demonios de 15 años, lo que menos les interesaba en la vida era la literatura, y yo tenía que enseñarles Siglo de Oro español, así que lo mejor que se me ocurrió fue que leyéramos Las aventuras del capitán Alatriste, de Pérez-Reverte, que tiene dibujitos, mucha violencia y algo de sexo. En la ciudad había tres librerías y ninguna tenía el libro, así que, como tantas otras veces con otros libros que uso en clase, decidí fotocopiarlo, pero por primera vez sentí un poco de culpa al violar los derechos de un autor, así que le dejé a Reverte un mensaje en su página de Internet, maquillando un poco la situación: Estimado don Arturo, blablablá, profesor rural, selva Lacandona, escasez de libros, estudiantes pobres, etcétera. En fin, le avisé que iba a hacer 30 copias ilegales de su libro pero que lo hacía con mucho respeto.

Unas semanas después recibí un correo electrónico de una agencia literaria pidiéndome amablemente mi dirección, ya que por indicación de don Arturo Pérez-Reverte, me enviarían unos libros. También venía adjunto un breve mensaje del mismo Reverte, diciéndome que fotocopiar su libro para mis estudiantes no era delito alguno, sino un honor que yo le hacía, y que aceptara un paquete de libros que me enviaría desde Madrid por medio de su agente literario.

Le escribí mi dirección, emocionado y agradecido, aunque también pensaba que bien podría enviarme un par de gorilas a romperme la madre, no solo por violar el copyright, sino también por ser tan imbécil como para anunciarlo en Internet. Pero los gorilas no llegaron, y un mes después llegó el paquete a mi casa. Eran casi cincuenta libros: varios tomos de la saga de El capitán Alatriste en ediciones de lujo, dos compilaciones de sus escritos periodísticos que son muy difíciles de conseguir en México, la edición a prueba de agua de El club Dumas que mencioné, y varias novelas más. Sorteé algunos libros entre mis estudiantes y yo me quedé con dos que no tenía. No voy a decir que Reverte y yo nos hicimos amigos, pero sí intercambiamos varios correos más.

Recordaba todo esto mientras hurgaba en las cajas de libros en casa de mi madre, cuando la chispa de la genialidad me iluminó. Y pensé en García Márquez, en Galeano, en Benedetti y todos los que ya se me murieron sin recibir el correo. Tengo que apurarme.

Profesor rural… un pueblo olvidado en el Este de Polonia… escasez de novelas en español… estudiantes pobres. Perfecto. Copiar-pegar-enviar. Soy un genio.

Estimado García Márquez:

Estimado Santiago Rocangliolo:

Estimado Pedro Mairal:

Estimado Javier Marías: