«El motivo», una novela de Mercedes Romero Russo 

Los fuegos artificiales vuelven a encandilar este barrio de empresas y constructoras. Pero ahora se trata de la fiesta de fin de año de la concesionaria que construyeron sobre lo que alguna vez fue el salón de fiestas de mis abuelos. Los invitados miran al cielo y sueñan con el famoso bono del que se habla en los pasillos de la oficina, la Nespresso, el cheque para electrodomésticos. Sueñan concretar la charla irrelevante con esa persona de otro sector con la que quizás hay una partícula de tensión sexual. Después de comer poco y beber mucho, suben la música y los más arriesgados salen a la pista, invitando a bailar al resto.

Algún empleado con dicción preescolar evoca el pasado de la propiedad, borracho hasta la médula. Parado en posición de jarro, cuchichea en el centro de una ronda frágil buscando imantar los oídos de sus colegas, creyéndose portador de un secreto de Estado. Quizás sobreviva algo de información: «El Motivo», el nombre del salón, tal vez hable sobre el tiempo en el que la casa estuvo tomada después de la muerte de los dueños, las peleas de bandas callejeras, o cómo antes de ser demolidas sus paredes fueron la cuna de los grafiteros de zona oeste. Es probable que invente un poco, que condimente algún hecho buscando la validación de sus pares. En la historia van a faltar los dos ancianos, los bordes, los hilos que sostenían esa casa y ese negocio.

Después de todo, eso son las fiestas: usinas de ficción, tiempos suspendidos en los que todo es posible; cualquiera, por unas horas, puede ser otro. Y eso se parece mucho a contar una historia.