Sobremesas de Revista Orsai N4 T2

Brujerías, una crónica de colección de Fernando Noy, el drama venezolano en primera persona y hasta una dosis de zoofilia. La cuarta entrega de sobremesas de Orsai de esta temporada tiene un poco de todo, verán.

Llorar o no llorar

CHIRI: ¿Lloraste?
HERNÁN: Claro, más o menos desde la segunda página. Está muy bien explicada la desolación de la muerte. Además Pablo recurre a met…
C: ¡Pará! No quieras empezar tan rápido a hacerte el inteligente. Aguantá un segundo y miráme a los ojos. Quiero saber por qué llorás tan fácil.
H: No lloro «tan» fácil. Lloro cuando corresponde Vos deberías preguntarte, en todo caso, por qué te cuesta tanto llorar. Sos una especie de piedra.
C: No lo puedo creer. ¡Seguís llorando ahora, mientras estamos hablando!
H: No. Esto no es llorar. Es el eco, la estela…Entre nosotros los humanos, veces las lágrimas siguen saliendo mientras ya estamos en otro tema. No sé en tu caso cómo funciona.
C: Deberías taparte la cara con la manga por lo menos. Me das mucha vergüenza ajena.
H: ¡Qué boludo que sos! Llorar es como estornudar, es algo lindo que limpia.
C: Puede ser, pero a mí no me sale tan alegremente como a vos. Es como si no tuvieras represa… ¿Te acordás de una vez que te descubrí llorando con una propaganda de Casancrem?
H: ¡Era la historia de una abuela que esperaba a los nietos para almorzar!
C: Era una propaganda de queso.
H: Vos tenés un problema de sensibilidad. Te cuesta. Mirá: te leo una cosa que te va a ayudar a llorar sin tanta vergüenza.
C: A ver…
H: Dice así: «Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca».
C: ¿Qué me estás leyendo?
H: Esperá que sigue: «Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos».
C: Cortázar a full, ¿no?
H: Sí. Son las “Instrucciones para llorar” que están en las Historias de Cronopios.
C: ¡Claro, obvio! Cortázar también era de lágrima fácil, como vos. ¿Sabías eso?
H: No.
C: Él contaba que solía lagrimear en los cines hasta con las películas más tontas. Y ahora que lo pienso mejor, ¿sabés qué creo? Que vos no sos sensible. ¡Vos lo querés imitar a Cortázar todo el tiempo, hasta con en el verso de la lágrima fácil!
H: ¡Eso no es verdad!
C: Y lo peor es que nunca te salió la barba como a él. No me explico por qué carajo seguís insistiendo en no afeitarte. ¿Todavía no te diste cuenta de que sos lampiño?
H: Eso tampoco es cierto.
C: ¡Miráte al espejo, Hernán! ¿Esa pelusa ridícula que tenés ahí te parece una barba?
H: Pará, Christian. No sigas.
C: ¿Estás puchereando otra vez? ¿Vos me estás jodiendo o es verdad?
H: Bueno, a veces lloro. Ser corpulento no me hace más macho. No soy el Gordo Valor.
C: ¡Qué bien! Por lo menos servís para concatenar la charla y presentar la crónica que sigue.
H: ¿Qué sigue?
C: Un trabajo exquisito de Rodo Palacios sobre el Gordo Valor y la bruja que usaba para sus atracos. ¿Qué te pasa?
H: Nada. Me entró una basurita en el ojo.

No quieras saber la fecha de tu muerte

CHIRI: ¿Alguna vez fuiste a una bruja?
HERNÁN: Una sola vez, pero le dije que por favor no me dijera la fecha de mi muerte.
C: ¿Te da miedo?
H: Claro. Además me condiciona mucho.
C: ¿Y te hizo caso, la bruja?
H: Sí. Pero me dijo la fecha de tu muerte.
C: ¡No me la digas, eh!
H: Ni me la acuerdo, ya me olvidé.
C: ¿Te olvidaste la fecha de mi muerte?
H: Después me dijo que Racing iba a salir campeón en 2014, me hizo poner contento y me olvidé de tu fecha.
C: Sos un amigo de mierda. ¿Cómo te vas a olvidar de mi muerte?
H: Le puede pasar a cualquiera.
C: Rodo Palacios y el Gordo Valor… ¡Esos dos sí que tienen una amistad verdadera!
H: ¿Te parece verdadera? Si Rodo cuenta que el Gordo Valor un vez le robó. ¡Eso no es una amistad, Christian!
C: ¿Qué le robó?
H: ¡Una remera con la cara de Don Corleone! ¿No leíste la crónica?
C: ¡Le hizo una joda, boludo! ¡No vas creer que se la robó en serio! Y además le dio su chomba rayada a cambio. El gordo Valor tiene códigos, no como vos, que sos incapaz de recordar una fecha importante para mí.
H: Esperá… ¡Me la acordé! Era el 23 de…
C: ¡Pará! No me la digas! No quiero saberla. ¡Cambiemos de tema!
H: Pero qué cagazo vas a tener cada vez que sea el día 23 de algo. Te vas a acordar de esto.
C: Hay un libro precioso, de Vila-Matas, que se llama «El día señalado» y cuenta una historia parecida. Una chica de diez años recibe el vaticinio de una gitana. La vieja le dice que morirá sedienta, bailando, en un día de invierno muy lluvioso. Y la chica se sugestiona durante toda su vida.
H: ¿Y muere de esa manera?
C: No te lo voy a espoilear. Es un librito corto, leélo. Además es de la editorial Nórdica, que hacen libros para fetichistas.
H: Te voy a contar una historia que se me ocurrió leyendo la crónica de Rodo.
C: ¿Es corta?
H: Es corta, tranquilo.
C: Porque se nos acaba el espacio y ya tendríamos que estar hablando del cuento que viene.
H: Escuchá: un tipo va a ver a una bruja. La bruja le tira las cartas y le dice que morirá asesinado. Y además le revela cómo: lo matarán los dos doberman de su vecino Juan. Cuando el tipo llega a su casa agarra una cuchilla de carnicero y va directo a matar a los perros de Juan, antes de que los doberman lo maten a él. Los animales lo escuchan treparse al tapial, se sueltan de la correa y lo matan.
C: La profecía autocumplida… Hay un cuento de García Márquez muy parecido. Y dos de Borges. Y más o menos ciento sesenta historias así en la literatura.
H: Yo nunca te dije que la historia era original.
C: ¿Y entonces para qué me la contás?
H: Decime cómo se llama el vecino.
C: Juan.
H: ¿Y quiénes matan al protagonista?
C: Los perros.
H: ¿Qué tenemos que hacer en este punto?
C: Presentar la historia que sigue.
H: ¿Y qué sigue?
C: Ah… Ya entendí. Sos un genio.

La masturbación del verano

CHIRI: Es increíble cómo Sklar puede escribir tres párrafos de masturbación de perros y que al lector le parezca una escena tierna. ¿No debería dar un poco de asco?
HERNÁN: Es verdad. Y sin embargo a mí me dio mucho asco la escena en el matadero. Es muy opresiva.
C: Hubiera sido peor al revés: masturbación de vacas y muerte de perros.
H: ¿Viste que hay una rama de los veganos que no toman leche porque dicen que ordeñar a las vacas es masturbarlas?
C: Qué horrible debe ser masturbar a un vegano.
H: Para mí un vegano es un francés tratando de decir verano.
C: ¿Leiste la última novela de Juan Sklar?
H: «Nunca llegamos a la India», me encantó.
C: ¿Pero viajó de verdad para escribirla o es todo ficción?
H: Tengo entendido que la primera versión la escribió en la India, en dos cuadernos gordos que se trajo en la valija. Juan escribe únicamente sobre lo que conoce.
C: ¡No digas eso, asqueroso!
H: ¿Por qué?
C: Porque no quiero pensar que Juan pajeó a su perra para escribir este cuento.
H: No importa eso. Lo bueno es de qué manera lo cuenta. La escena en la que masturba a la perra no es un acto de zoofilia, sino de amor. Por eso es que no te de asco ni tampoco sentís rechazo.
C: Y es verdad lo que me decías al principio: cuando leí el pasaje del matadero en el cuento de Juan, me acordé de «Cadáver exquisito», una novela de Agustina Bazterrica que salió hace poco.
H: Me hablaron bastante bien de esa novela…
C: Es tremenda.
H: ¿Y en qué se parece a lo de Juan?
C: Parte de un mundo distópico en el que los animales desaparecieron y el canibalismo se naturaliza. La cría de humanos para el consumo se vuelve legal. Y entonces hay personas que pasan a ocupar el lugar que en nuestra cultura ocupan las vacas y otros animales que comemos.
H: Me acabo de acordar de una crónica que publicamos en la revista hace unos años. ¿Te acordás del chino aquel que nos contó que en Pekín los multimillonarios van a un restaurante que les cocina fetos humanos?
C: ¡Ay, qué asco! Sí, me acuerdo. Van a comer animales en extinción y fetos humanos, porque es la carne más cara.
H: Comen koalas y bebés muertos por esnobismo.
C: Voy a vomitar.
H: Un mundo espantoso.
C: Es lo que deben pensar las vacas de este mundo. Imaginate que te crien solo para comerte.
H: Al final tenían razón los hindúes. Las vacas son sagradas y hay que comer picante.
C: Los amantes del picor son los mexicanos. Pero no tienen vacas sagradas.
H: Luis Miguel es la vaca sagrada de los mexicanos. Y no lo digo porque esté gordo, sino porque desde la serie de Netflix parece que volvió a ser una especie de «indiscutido».
C: No estoy tan de acuerdo con eso. En la crónica que sigue Julieta Venegas lo discute bastante.
H: ¿No deberías informar con un poco más de énfasis que Julieta Venegas escribió un texto para nosotros?
C: Me estoy haciendo el importante, pero por dentro siento un calor, como si fuera verano.
H: Se dice «vegano».
C: Pardon.

Cada padre te despierta como puede

HERNÁN: ¿Vos te das cuenta? Julieta Venegas se queja porque el padre la despertaba con discos de Luis Miguel.
CHIRI: Que no se queje tanto. A Luis Miguel, su papá lo despertaba con cocaína.
H: Mi viejo me tiraba agua fría en la cara.
C: ¿Para despertarte?
H: No, en la mesa. Como chiste. Y un día que me corría enojadísimo para fajarme me enganchó de una patada en el culo tan perfecta, con tres dedos, que el hijo de puta la festejó como un gol y después no podía parar de reírse.
C: ¿Coincidís conmigo en que lo que hace el actor Óscar Jaenada en la serie de Luis Miguel es una de los mejores cosas que viste en tu puta vida en la televisión mundial?
H: ¡Totalmente! Es para sacarse el sombrero. Luisito Rey es uno de los mejores villanos de la historia.
C: Increíble. El personaje cumple a la perfección con la máxima de Hitchcock.
H: No te quedes mirándome como si yo supiera la máxima de Hitchcock.
C: Si pensás, la sabés.
H: «Estimular en Merceditas la caridad con los pobres».
C: Esa máxima es de San Martín.
H: «Casarme con un holandés feo de cara pero influyente».
C: Esa es Máxima Zorreguieta.
H: Entonces no sé. ¿Cuál es la de Hitchcock?
C: «Cuanto mejor sea el malo de la historia, mejor será la película». En este caso, la biopic.
H: ¿Viste la biopic de Sandro?
C: Un par de capítulos nada más.
H: Yo la vi toda, me encantó.
C: Para que una biopic salga bien, es muy necesario que a los guionistas no les de pudor ficcionar donde tengan que hacerlo.
H: ¿Aunque después vengan un montón de parientes y de otros involucrados a cagarlos a palos, como pasa siempre?
C: Ese es el riesgo. Pero pensá que si los británicos se animaron a meterse con la nobleza en «The Crown» y ficcionar sin pudor donde lo necesitaban, ¿qué no se va a poder hacer a partir de eso?
H: Es cierto. Me acuerdo de una escena en la que el príncipe Felipe le insinúa a la reina Isabel que le chupe la pija.
C: Está bien eso. Porque es algo que tranquilamente pudo haber pasado en la vida real… «The Crown» es una serie perfecta.
H: Sí, está buena. De todos modos, a mí me parece un poco exagerada esta avalancha de biopics que estamos viviendo.
C: Salvo cuando están bien hechas. Como la de Gianni Versace, la de O. J. Simpson… Y la de Luis Miguel. Ojalá que en la segunda temporada siga estando Luisito Rey.
H: ¡Obvio que va a estar! Es como tener en tu equipo de malvados a Hannibal Lecter y dejarlo en el banco de suplentes.
C: Hablando de eso, ahora siguen una serie de cuentos cortos del escritor uruguayo Nacho Alcuri, y en el primero de ellos Hannibal Lecter es el personaje central.
H: Me encanta lo que hace Nacho. Escribe breve, y con la consigna de que lo hace para ser leído en el baño.
C: Tiene varios libros publicados. Todos con textos cortos. El último se llama «Esto no es una papa».
H: Un título perturbador.

El amigo flaco de Gustavo Sala

CHIRI: Este autor, Nacho Alcuri, me hace acordar un poco a la locura narrativa de Leo Maslíah, con esos diálogos desopilantes que nunca sabés a dónde van.
HERNÁN: Pensé lo mismo cuando me llegaron sus primeros cuentos. ¿Será algo característico de los uruguayos?
C: Sí, puede ser. ¿De dónde lo sacaste?
H: Me lo presentó Gustavo Sala. En realidad me mandó por mail algunos cuentos. Son amigos Gustavo y Nacho, hacen cosas juntos.
C: Y de cara se parecen un poco.
H: Sí, los dos tienen barba.
C: Cuando los ves de cerca te dan la impresión de que te van a convencer de meterte en una secta alucinógena.
H: Alcuri es una especie de Sala, pero flaco.
C: A lo mejor a él no le gusta que lo compares con Sala. Es como si yo dijera de vos: «Hernán es una especie de Roberto Antier, pero gordo».
H: ¡Basta de compararme con un actor de los ochenta! La gente ya no sabe más quién es Roberto Antier. Ese chiste te funcionaba cuando estábamos en la escuela. ¡Y además ni siquiera soy parecido!
C: ¿Ves cómo te enoja?
H: Sigamos con Alcuri, mejor. ¿Qué te parecieron sus cuentos?
C: Me gustaron mucho, sobre todo el último.
H: El único que no me hizo reír.
C: Pero está lleno de ideas fantásticas. Parece un átomo que, si lo expandís, se puede transformar en una saga de cinco novelas de quinientas páginas cada una… Igual, no creo que te hayas reído de verdad leyendo los cuentos de Nacho.
H: ¡Me reí muchísimo! Pero para adentro.
C: ¿Te referís a la famosa risa implosiva?
H: Exacto. El tipo de risa en la que tu cara no dice nada, pero por dentro te estás riendo a carcajadas. Calculo que le debe pasar a mucha gente.
C: Casi nadie se ríe para afuera leyendo un libro.
H: A mí me pasó una sola vez. Estaba en la cola de la Casa del Libro, en Barcelona. Había comprado la obra completa de Fontanarrosa que había salido en Alfaguara, por primera vez en España.
C: Un libro gordo.
H: Sí. Estaba hojeando el libro y llegue a un aforismo de Esteban Etchenique que decía: «Aun viéndote sucia y borracha, me arrodillo para nombrarte: ‘¡Madre!». Y no pude evitar la carcajada. Creo que escupí a la señora de adelante.
C: Según un estudio de la Universidad de Maryland, ¿sabés qué es lo que más nos hace reír en el mundo?
H: ¿Qué?
C: Juntarnos con nuestros amigos.
H: No hace falta un estudio de Maryland para darte cuenta de eso.
C: Y según el mismo estudio, no nos reímos de chistes propiamente dichos. Sino de comentarios pelotudos que vistos desde afuera no le causan gracia a nadie.
H: Un día me gustaría ir a Maryland con una ametralladora M60 y meterme en la universidad donde se escriben esos estudios de mierda y cagarlos a tiros a todos los sociólogos.
C: La frontera entre guerrillero y terrorista suele ser muy fina, pero en tu caso es hilo dental.
H: Yo creo que la guerrilla fracasó porque era muy seria. En los setenta tendrían que haber ido todos disfrazados los montoneros.
C: ¿Vos sabías que Noy estuvo en el ERP?
H: ¿Fernando Noy, el poeta?
C: Sí. El muchacho de la tapa.

Una aguja entre los cactus

HERNÁN: Hay algo de película de Olmedo y Porcel en esta crónica de Fernando Noy.
CHIRI: ¿Puertas que se abren y se cierran, decís? ¿Vodevil argento?
H: Claro. Una especie de película picaresca de los años setenta, pero con alucinógenos.
C: Ya el nombre elegido para el título, «La guerrillera del amor», parece de película que pasan en Volver. De esas que dirigía Aristarain antes de ser culto.
C: ¿Sabías que en el diario de filmación de «Fitzcarraldo», Werner Herzog cuenta que se mete en un cine de Lima, en Perú, y que termina viendo entera una película de Olmedo y Porcel?
H: Es mentira.
C: Esperá que te leo el fragmento.
H: No te puedo creer que me estás hablando en serio.
C: Es una entrada del quince de julio de 1979. Y dice así: «La película venía de Argentina, con uno bien flaco y uno bien gordo, rubias de pechos inflados y ropa seductora que colgaba en la cocina de una de las damas. El bien gordo, como por su tamaño corporal no podía agacharse del todo, se daba siempre de cara contra las bombachas y los corpiños bamboleantes y hacía girar los ojos extasiados…». Esta cara te la imaginás, ¿no?
H: Claro. Es mi cara preferida de Porcel.
C: Y termina diciendo: «En una escena el gordo también jugaba al tenis».
H: Para nosotros, los gordos de Racing, Porcel es nuestro guía espiritual.
C: ¡Qué bueno es que Herzog lo haya conocido!
H: Y volviendo a la crónica de Fernando Noy, qué genial la inclusión de un gay en el Ejército Revolucionario del Pueblo. Todos hombres serios, semidesnudos en verano, durmiendo en colchonetas, y un gay clandestino mezclado entre ellos, revoleando los ojos.
C: Un clandestino entre los clandestinos.
H: Una aguja disimulada entre los cactus.
C: Noy es un personaje increíble y adorable al mismo tiempo. Un poeta de verdad, quizás el último.
H: Yo no lo conozco personalmente, pero siempre lo admiré mucho. Además su historia es muy curiosa.
C: Para empezar, es nieto del mítico malevo Noy, el «capo del abasto» que nombra Cobián en uno de sus tangos.
H: ¡Hermoso tango! «¿Dónde estarán Traverso, el Cordobés y el Noy, el Pardo Augusto, Flores y el Morocho Aldao?».
C: Exacto. Y también lo nombra Borges en el libro «El idioma de los argentinos».
H: Ya si tenés un abuelo así, ser gay es una especie de grito revolucionario.
C: Pero la vida loca la talló él solito. De adolescente fue compañero de Charly García en el Dámaso Centeno, y de más grande uno de los pilares de la escena under porteña de los ochenta, solo para nombrar algunas cosas… Si te metés en su biografía de la Wikipedia, se te queda la mandíbula abierta con todas las cosas que hizo…
H: Sí, y ahora acaba de sacar un libro fascinante de memorias que se llama «Peregrinaciones profanas» que está lleno de anécdotas increíbles, muy recomendable. Al menos para el público argentino.
C: Sí, es verdad. Me imagino que este personaje es bastante raro para nuestro lector latinoamericano. Casi como Herzog mirando a Porcel.
H: La próxima crónica es más inclusiva. Uno de los miles de venezolanos que cayeron a Buenos Aires nos mandó un mail y nos gustó cómo escribe. Así que acá está.
C: ¿Está permitido leer con su acento?
H: Es casi una obligación.

Venezolapps

CHIRI: Casi cien mil venezolanos llegaron a Argentina durante 2018. Ya son el veinticinco por ciento de la inmigración total y superaron en número a bolivianos y paraguayos.
HERNÁN: Te hacés el periodista serio buscando cosas en Google, pero no hace falta que me apabulles con datos. Te das cuenta de todo eso por la calle. Vos no lo ves porque vivís fuera de la Capital, pero yo hablo más con venezolanos que con argentinos.
CHIRI: No exageres.
H: No, en serio. Pido muchas cosas por Rappi, y viajo en Uber, y mando paquetes por Glovo, y pido comida en PedidosYa… La mitad de los que trabajan en esas aplicaciones son venezolanos.
C: ¿Nunca hacés cosas por vos mismo?
H: ¿VosMismo es una aplicación nueva?
C: No, creo que no. Pero el otro día estuve viendo que hay aplicaciones para inmigrantes, como en el caso de Carlos, que están muy buenas.
H: ¿Por ejemplo?
C: En Estados Unidos hay una que se llama United We Dream. Si sos un inmigrante ilegal y la policía está a punto de agarrarte, vos apretás un botón y la app rápidamente le manda un mensaje de emergencia a tus amigos y familiares para que ellos sepan lo que está a punto de pasarte. Y al toque elimina los contactos de la lista para que la policía no pueda rastrear nada.
H: ¿Existe acá?
C: No.
H: ¡Es ideal para que la usen los pasadores de lotería clandestina y quiniela! ¡Hay que traerla ya mismo y comercializarla!
C: Hay otra app que hizo un refugiado sirio, que conecta a inmigrantes con intérpretes para que puedan comunicarse en el idioma del país en el que están. Se llama Tarjemly Live y ofrece traducciones orales y escritas en tiempo real.
H: Pienso en Carlos Crespo y en la confección minuciosa y artesanal de curriculums vitae, con sus tres modelos diferentes de acuerdo a cada ocasión, y me enternece hasta el hueso… ¡Hay que hacer ya mismo una app para venezolanos en Buenos Aires que facilite este tipo de cosas, Christian Gustavo. ¡Por favor!
C: ¡Basta de querer hacer una app para todo, Hernán! ¡Me tenés harto!
H: Una app que se llame «¿Qué carajo hago aquí?», como la pregunta que intenta responderse Carlos en su crónica. Y que contenga muchos tips para que los venezolanos enfrenten la vida en Buenos Aires.
C: Ya hay personas que se encargan de brindar tips para eso… El otro dia estuve viendo a varios youtubers venezolanos que viven en Buenos Aires, pibes muy interesantes.
H: Recomendame algunos así los veo.
C: Tenés a Javier Swarz, al Topo Mágico, a José Luis Bustillos, a Anto Pitado…
H: Parecen nombres de jugadores de fútbol de los años ochenta. ¿El Topo Mágico no era el salvadoreño aquel que jugaba mejor que Maradona?
C: No, ese es el Mágico González. Los que te digo yo son youtubers venezolanos que se mudaron a la Argentina. Aunque tenés razón, el Topo Mágico parece otra cosa.
H: De joven pensé que el escritor José Donoso era un comic. Porque entendía «José Don Oso».
C: Deberíamos hacer una historieta que se llame así. En homenaje a tu idiotez.
H: Por lo pronto tenemos dos historietas a continuación. Son de Pablo Vigo. Fijáte, cuando las leas, que parecen cuentos.
C: Ya las leí. Soy el jefe de redacción de esta revista. No estamos hablando en serio.
H: Ay, perdón Christian. No había suspendido la incredulidad.

Prohibido emborrachar al loro

HERNÁN: Me encontré muy representado en el primer relato.
CHIRI: Claro, vos y Lancigliotti tienen muchas cosas en común. ¿Alguna vez pensás en el tendal de damnificados que dejaste en Mercedes antes de irte por última vez? ¿O ya no te importa?
H: Si te referís a las deudas, fueron todas muy menores… Un par de atados de cigarrillos en el kiosko de Curiese, tres Montandiús en el almacén de Isabel, cuatro kilos de asado en la carnicería de Caíno, ocho cajas de…
C: No sigas, Hernán. Te perjudicás.
H: Está bien… Pero igual quería decirte que me había sentido representado en el primer cómic de Vigo, no por Lancigliotti, sino por eso de contarle algo a un adolescente y que en vez de interesarse por la trama te discute el contexto. Me pasa eso con mi hija todo el tiempo.
C: ¡Qué flagelo! ¡Mi hija me hace lo mismo! Le contás que cuando eras joven le dabas whisky al loro, y en vez de cagarse de risa por la genialidad te dice que es maltrato animal.
H: ¡Esta generación vino a dar vuelta todo! No me explico qué traen en la cabeza.
C: Yo tampoco, querido amigo retrógrado.
H: Ahora, el cómic de la taza sí que me perturbó bastante. No entiendo por qué aparece ahí la cabeza de Hugh Grant todo el tiempo y le dice cosas a la pobre chica.
C: ¡Es el álter ego de la protagonista, nabo! Imaginate que en la época en la que transcurre la historia, Hugh Grant era Gardel. Sobre todo para las chicas que soñaban con él.
H: ¿Por qué solo para las chicas? Yo también soñaba con sus ojitos gachones y su carita de «yo no fui».
C: ¿Te gustaba Hugh Grant?
H: Claro.
C: ¿Como actor o como hombre?
H: Es una pregunta machista.
C: ¡Andá a cagar a los yuyos! Cuando dos varones nacidos en los setenta hablan entre ellos, no hay preguntas machistas.
H: ¿Es una ley nueva?
C: Sí. Entre nosotros podemos hablar sin miedo a la represalia.
H: Está bien, pero esta charla después aparece en la página 154 de la revista.
C: Eso es verdad.
H: Por lo tanto mi respuesta es que el otro día volví a ver «Notting Hill» y lloré sin parar.
C: Es que Richard Curtis, el guionista de esa peli, es buenísimo. Todas las pelis de él están buenas… Sobre todo para ver los domingos de resaca, cuando no te da mucho la cabeza pero querés ver algo lindo.
H: Lástima que hace años dejé de beber y ya no tengo más resaca, porque me encantaría armar un listado de películas bajo esta subcategoría nueva: «Películas y series para ver con resaca»
C: Para mí «Stranger Things» es ideal para eso. Estoy esperando que salga la tercera temporada para volver a emborracharme… Y si no tenés nada para ver, porque ya viste todo, hay un comodín: «Groundhog Day».
H: ¿Esa cuál es?
C: «El día de la marmota».
H: ¡Ah! Hablá en criollo, hijo de puta.
C: «El día de la marmota» la podés ver todas las veces que quieras y siempre te va a curar.
H: En la crónica que viene ahora hay mucha resaca, pero de la macro. Para empezar, se llama «Desear el naufragio».
C: Yo sigo sin entender en qué sentido te gustaba Hugh Grant.
H: No vuelvas ahí.

Sobres llenos de verdades

HERNÁN: No entiendo por qué elegimos publicar un texto con un tema tan pesimista como el fracaso, justo en estas épocas navideñas.
CHIRI: No es pesimista. Es un texto de aprendizaje, de crecimiento personal, sensible, sincero y humano. Y además Leila escribe muy bien.
H: Lo sé. Pero de todas maneras no estoy de acuerdo. Falta de timming.
C: Bueno, está bien. Tomá.
H: ¿Qué es este sobre?
C: Mi renuncia. Está a tu disposición.
H: No, boludo, no era para tanto. Te perdono.
C: Ok. Entonces tomá este.
H: ¿Y este otro sobre? ¿Qué es?
C: Un pedido de aumento. Pasaron muchas cosas en la economía, y yo sigo cobrando en australes.
H: En ese caso te acepto la renuncia.
C: Pero mirá que si me voy te quedás sin ideas.
H: No exageres, Christian.
C: Y sin directora de arte, que dicho sea de paso es mi esposa… Y sin Josefina, que es amiga de Leila y por lo tanto banca este texto como yo.
H: Bueno, acepto que te quedes. Pero habláme de algo lindo, porque esta crónica introspectiva me revolvió algunos recuerdos.
C: ¡Ah! ¡Entonces era eso!
H: Un poco, sí. Me acordé de esa vez que fuimos a la Rock and Pop a mostrarle un guion que habíamos escrito a Lalo Mir, y que cuando lo vimos nos dio tanto miedo que salimos corriendo.
C: Éramos chicos, Hernán.
H: Pero a lo mejor, si nos hubiéramos animado a hablarle, después de eso vos no tendrías que haber salido a vender monjes de yeso, ni yo no tendría que haber terminado comercializando bolsas de polietileno en los almacenes de Villa Urquiza.
C: Depende de cómo lo mires. Porque esos supuestos fracasos son los que en definitiva nos trajeron hasta acá. Todo se trata de capitalizar la experiencia.
H: ¿Por qué de repente hablás como Claudio María Domínguez?
C: Porque lo quiero mucho. Mi vieja siempre me cuenta que cuando estaba embarazada de mí rompió bolsa en el momento en el que Claudio respondía una pregunta decisiva en el Odol Pregunta. Desde que sé eso me siento bastante unido a él.
H: Yo todavía no sé si es un genio, un demente o un robot, te lo juro. Y dicho sea de paso, el género autoayuda me parece bastante sospechoso.
C: Si en algún momento estás perdido en el universo y querés ubicarte en la palmera otra vez, tenés que leer a Fabián Casas. Cualquier cosa, incluso reportajes que hay de Fabián en internet. Te lo recomiendo de corazón. Fabián te ayuda a lidiar con los fracasos mejor que el señor Miyagi de Karate Kid.
H: Está bien, lo voy a hacer. Pero lo único que te pido es que el texto que sigue sea optimista y divertido, porque necesito levantar el ánimo.
C: Bueno, es un cuento policial, y ya de entrada aparece un cadáver… No es muy optimista.
H: ¿Pero es divertido, por lo menos?
C: A mí me entretuvo muchísimo. De todos modos, no esperes algo moderno ni urbano… Es un relato clásico escrito en tercera persona, y la historia sucede en el campo argentino…
H: ¿Llamaste a Ricardo Güiraldes para que escriba en Orsai? ¡Lo último que nos faltaba!
C: Vos confiá y empezá a leerlo tranquilo, sin apuro. Vas a ver que, en cuestión de segundos, estás adentro del cuento. Y no vas a querer salir hasta que lo termines.
H: ¡Ah, Dios te oiga, Christian Gustavo!

Narradores en estado de gracia

HERNÁN: ¡Muy buen cuento! ¿De dónde sacaste a este autor?
CHIRI: Se llama Alejo Barmasch. No lo conoce nadie. Si lo googleás te aparece su Facebook y casi nada más. Es un chico del interior, muy jovencito y educado.
H: ¿Pero de dónde lo sacaste? No te hagas el misterioso.
C: No te puedo revelar mis fuentes. Es un autor nuevo, es joven y te gustó… No preguntes más.
H: ¿Pero lo conocés personalmente, lo trataste?
C: Lo tengo acá atrás, en el fondo. Está atado, porque si lo suelto se escapa. Parece que está en estado de gracia.
H: ¿Y ya tenés más cuentos?
C: Estoy tratando de que escriba otro, pero todavía está asustado.
H: Soltalo, Christian, dejate de joder. Ya sabemos cómo terminó Annie Wilkes.
C: ¿Quién?
H: La enfermera de «Misery» que secuestró al escritor Paul Sheldon para obligarlo a escribir como ella quería.
C: ¿Y no es eso lo que hacen los editores?
H: Los de las multinacionales, sí. Pero nosotros somos una editorial independiente y bondadosa. ¡Es ridículo!
C: Más ridículo es el secuestro que sufrió el pobre escritor gallego Nacho Carretero.
H: ¿Nacho? ¿El periodista que escribió «Mi tía Chus» en la Orsai 14? ¡No te puedo creer que lo hayan secuestrado!
C: A él no, a su libro.
H: No entiendo.
C: Nacho escribió un libro que se llama «Fariña».
H: ¿Harina?
C: Sí, pero en gallego también se le dice así a la cocaína, porque el libro es una investigación muy sesuda sobre el narcotráfico gallego en las décadas de los ochenta y noventa. Resulta que un exalcalde que aparece nombrado en el libro presentó una demanda por calumnias e injurias, y la Justicia mandó a secuestrar «Fariña» de todas las librerías de España.
H: ¡Qué loco! No sabía nada.
C: Lo genial es que la orden tardó un tiempo en aplicarse, y en ese lapso las ventas del libro se dispararon todavía más.
H: ¡Claro! ¡Como tiene que ser! ¿Este libro del que hablás es el mismo en el que está basada la serie «Fariña» que se puede ver en Netflix?
C: Exacto. El mismo.
H: ¡Qué grande Nacho Carretero! ¡Qué buenos editores que somos! ¡Qué visionarios! Lo publicamos cuando no lo conocía ni el gato.
C: Fue porque lo tuvimos secuestrado un tiempo en el sótano de tu casa de Sant Celoni, Hernán. Gracias a eso escribió «Mi tía Chus».
H: No lo recordaba.
C: Pero valió la pena. Hay un reportaje en el diario Público en el que le preguntan qué historia de todas las que escribió le gusta más, y él responde «Mi tía Chus», sobre su tía con síndrome de Down.
H: Es que es una historia preciosa y conmovedora.
C: Escuchá lo que dice: «Es un tema que ni siquiera me sacó del salón de mi casa. Lo hice simplemente hablando con mis abuelos, quienes me relataron cómo habían peleado por la integración de su hija. Quizás ninguna otra historia que escribí me haya satisfecho tanto».
H: Siento un poco de orgullo, me gusta secuestrar a nuestros autores hasta que produzcan lo mejor que pueden dar.

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