Sobremesas de Revista Orsai N6 T2

Un cuento inédito de Guadalupe Nettel, otro de Samanta Schweblin ilustrado por Lucas Ferreyra y dos relatos bizarrísimos de Walter Lezcano. Sin duda, una de las ediciones más disparatadas que osamos publicar.

Un viaje muy doloroso

HERNÁN: ¿Te digo lo que más gustó de la crónica de Josefina?

CHIRI: ¿La catarsis interna?

H: No.

C: ¿La figura del padre como un Poxiran fallido?

H: No, ni en pedo. Las metáforas con Poxiran son muy de los ochenta. Jamás haría esa analogía.

C: Entonces, ¿qué fue lo que más te gustó?

H: El personaje del novio. Los comentarios que hace cuando está tirado en el sillón con la pierna enyesada, totalmente drogado, mientras Josefina habla con su madre. 

C: Eso es lo menos importante de la crónica. La historia que cuenta Josefina es tremenda, es un viaje muy doloroso al pasado en busca de respuestas vitales, ¿y vos te quedás con eso? Sos un gordo simplón.

H: ¡Me quedo con un montón de cosas más! Me pareció tremendo cuando Jose se pregunta, por ejemplo, en qué casillero de la historia entran las familias como la de ella, que quedaron rotas en la dictadura pero que no tienen un muerto real, un héroe para llorar, pero sí un desaparecido…

C: Un padre que ella siente que dejó de quererla. Yo creo que lo que hizo en esta crónica fue también contársela a sí misma. Y para eso usó las dos herramientas posibles, las únicas que tenía mano para desenterrar esta historia: la memoria de su madre y los recursos de la crónica.

H: Y su propia memoria, aunque muy difusa. 

C: Los dibujos de Laura Romano son impresionantes, tienen tono de fábula.

H: Sí, fue buscado. Quisimos contar la infancia, el misterio de un padre que de pronto se esfuma, las preguntas de una nena que busca respuestas en la oscuridad y en el misterio.

C: Hernán… ¿te estás haciendo el director de revista culta, cierto?

H: Sí. Cómo me sale.

C: Un poco afectado. Tenés que agregar referencias a películas y hacer así con las manos.

H: ¿A ver? Hay varias historias muy buenas sobre cómo pegó la dictadura en la infancia, Christian Gustavo. Me acuerdo de Infancia clandestina, la película de Benjamín Ávila, y de una novela excelente que se llama La casa de los conejos, de Laura Alcoba.

C: Excelente. Ahora sí sos el director de una revista culta. ¿Está buena La casa de los conejos?

H: Cuenta una experiencia infantil, con una mirada inocente, creciendo en una casa operativa de Montoneros en los setenta, que tenía como fachada ser un lugar de cría y venta de conejos.

C: Como en la casa de Infancia clandestina, que la fachada era una fábrica de maníes.

H: Ahora, hablando en serio, leí la crón…

C: Antes también estábamos hablando en serio. Te estaba coacheando para que seas un buen director de revista culta, pero hablábamos en serio.

H: Dejáme hablar. Te decía que leí la crónica de Josefina con mucha angustia… Porque la conocemos mucho a Jose, pero nunca habíamos hablado de este asunto en privado con ella, nunca nos había contado esta historia, hasta ahora.

C: Bueno… A vos nunca te lo había contado. A María y a mí sí. Y a los demás integrantes de la redacción también.

H: ¿En qué momento? Si yo siempre estoy en las reuniones.

C: Tenemos un grupo de WhatsApp sin vos.

H: Ya me parecía raro que no tuviéramos un grupo paralelo sin el integrante más tonto.

C: Sí lo tenemos… Pero no estás.

H: ¿Y de qué hablan en ese grupo?

C: Hablamos mal de vos y tomamos decisiones. ¿Vos sabías que en esta edición hay una crónica de la escritora mexicana Guadalupe Nettel?

H: No.

C: Da vuelta la página, «director». Y vas a ver.

Triste, solitario y Whatsapp

HERNÁN: No puedo creer que esté Guadalupe Nettel en este número, y además con un cuento inédito maravilloso. 

CHIRI: ¿Viste? Esta revista puede funcionar perfectamente sin vos.

H: Sin vos también, me temo.

C: Hasta ahora el único que no está en el grupo de WhatsApp paralelo sos vos.

H: No cantes victoria… Yo creo que hay un grupo de WhatsApp paralelo del paralelo. Un «grupo blue», en el que vos no estás. Estoy segurísimo. Está María, Josefina, Martín Felipe y el esclavo que corrige, ¿cómo se llamaba?

C: Pachu, creo. No: Nacho.

H: Ese. En ese grupo están todos menos vos.

C: Siguiendo esa premisa, debería haber un subgrupo de ese grupo, también.

H: Seguro.

C: ¿Y sabes qué? Esta mamushka termina con Martín Felipe, escribiendo solo, en un grupo final.

H: Mandándose mensajes desde el futuro a él mismo.

C: Triste, solitario y WhatsApp.

H: Igual estoy a favor de que ustedes tengan un grupo de WhatsApp sin mí, mientras traigan contenidos como el de Guadalupe… ¿Cómo hicieron para que dijera que sí?

C: Fue mucho más sencillo de que lo que suponés: le escribimos y aceptó enseguida, porque además de ser una escritora genial y de escribir libros excelentes, es una chica muy buena onda.

H: No lo dudo. Lo confirma el hecho de que dirige una revista, la de la Universidad de México, y que se podría haber encanutado el cuento para ella. Pero sin embargo, nos concedió un inédito de su cosecha.

C: Me encanta esa revista. Estoy siguiendo los textos que publican en una sección que se llama Diario de la pandemia, en el que colaboran escritores uno más talentoso que el otro, y son todos increíbles. El material está online y es gratuito.

H: Sí, sí. Leí varios: el de Mariana Enriquez me angustió un poco.

C: A mí el de Pedro Mairal me hizo moquear. Vos también habías empezado a escribir un diario de la cuarentena, ¿no?

H: Sí, para la radio.

C: ¿Cuánto te duró el impulso?

H: Seis días. A la mañana del séptimo día vi que hasta mi vieja tenía un diario de la cuarentena y dejé de hacerlo por prudencia.

C: Hay gente que dice que en los próximos años va a haber muchas novelas y películas sobre esta época de confinamiento.

H: Yo creo lo contrario: que vamos a estar tan empachados de esta garcha que no vamos querer leer y ver nada por el estilo. ¿Sabés qué me gustaría?

C: ¿Qué?

H: Que este sea nuestro primer olvido colectivo. Que la pandemia nos genere un trauma social tan profundo que provoque un agujero negro en la memoria global. Que dentro de una década ninguno de nosotros sepa qué hizo en 2020.

C: Como en la serie Blackout. ¿Te acordás?

H Y a vos, ¿cómo te pegó todo esto?

C: Estoy pensando en muchas cosas… Cosas mías, de mi pasado, pero también del pasado común, de las cosas que hicimos mal y de las que hicimos bien, de las cosas que nos trajeron hasta acá…

H: ¿Llegaste a alguna conclusión?

C: Por supuesto que no. 

H: El que se fue a buscar algo al pasado y volvió fue Seselovsky, y creo que al él sí le sirvió de algo.

C: Cada día estás más viejo, más gordo y más feo, pero no perdés la capacidad de hilvanar un tema con otro, querido amigo.

Hay que dejar de hacer superproducciones

CHIRI: Desde que el Chicho Seselovsky nos propuso está crónica hasta que se concretó, pasaron meses de preparación, logística y ensayos. 

HERNÁN: Muy caro todo, Christian…

C: Pero no solo fue un gran esfuerzo económico, terminó siendo un gran desafío de producción.

H: Lo que vos quieras, pero un día me lo encontré al contador de la revista llorando en el baño… Nunca habíamos gastado tanto.

C: ¿Qué? ¡¿Vos tenés Alzheimer o la época de porro te sacó información importante…?! ¿No te acordás, en el primer número de Orsai, cuando le dimos al Chicho la orden de volar desde Buenos Aires a Madrid solo para que lo deportaran en Barajas y él pudiera contar esa crónica desde adentro? ¿No te acordás lo que nos costó la logística de abogados, pasajes aéreos, hoteles…?

H: ¡Es cierto! ¡Siempre nos salió carísimo ese muchacho! Pero Christian, ¿por qué le damos siempre las producciones más caras a Seselovsky?

C: Por tres razones.

H: Lo que me gusta de vos no es que tengas una respuesta, sino que siempre tengas tres.

C: Uno: porque nos encanta cómo escribe. Dos: porque es uno de los mejores cronistas del continente. Y tres: porque lo conocemos de chiquito.

H: Hay algo que dice Seselovsky en el texto que me encanta: dice que la crónica se trata de ir, de llevar el cuerpo al territorio, trasladarse a un lugar para después contarlo. Lo que hizo Mansilla, es lo que hizo el Chicho toda la vida.

C: No me esperaba ese final, me pegó fuerte.

H: Yo lloré. Un poco.

C: Lo bueno, de verdad, es que encontró el texto a medida que iba haciendo el viaje. 

H: ¿No fue todo planeado?

C: Habíamos armado un plan, él más o menos tenía una idea de qué cosa iba a buscar, pero a medida que el viaje fue avanzando, y las leguas fueron quedando atrás, poco a poco la narración del viaje, el tema que fue a buscar fue apareciendo y todos los papeles y bosquejos previos quedaron abollados en la banquina.

H: El Chicho estaba completamente obsesionado con Mansilla antes del viaje. Dormía con el libro debajo de la almohada y soñaba todas las noches con el general. Una vez soñó que Mansilla iba a visitarlo a su casa de Saavedra y Natalia lo sacaba cagando porque el general le había entrado al living con las botas todas embarradas.

C: Yo estuve dos veces con él antes del viaje, y las dos veces lo vi con el tomo de Una excusión a los indios ranqueles abajo del brazo, como si fuera la Biblia. Me acuerdo que en un momento le dije: «Chicho, ¿salimos afuera a fumar?». Y él me respondió: «Los indios siempre llevan bolsitas con vainas de algarroba, y en sus marchas las chupan, lo mismo que los collas del Perú mascan la coca». Al toque levantó la vista y me dijo: «Mansilla, Capítulo XLII, Tomo II, versículo IV», como si fuera un evangelista.

H: Antes de que me olvide, me pidió si podíamos a agredecerle a un par de personas que lo ayudaron en el viaje. Me lo dictó así: «Magui, la chica que dejó Lanús espantada después de dos secuestros extorsivos en su familia y ahora tiene un power rock trío en Río Cuarto. Y Emanuel Rodríguez, que nos llevó hasta ella». Qué muchacho más atento, ¿no? Y qué costoso. Deberíamos dejar de darle superproducciones a Seselovsky durante dos años.

C: ¿Esa frase es tuya?

H: Del contador. La semana pasada levantó la vista del excel y me dijo eso. ¿Qué viene ahora?

C: Tamara Tenembaum con un ensayo sobre otro libro: «Mujercitas». 

H: ¿Tuvimos que pagar mucho viático?

C: No, lo hizo desde la casa. 

H: Gran alivio. ¿De qué trata?

C: «Mujercitas», el libro, cuenta una historia muy empática, pero a medida que vas eliminando capas, aparece algo. Y en este ensayo Tamara nos explica qué. 

H: ¿Hay espóiler? Para avisarle al que no vio la peli de Greta.

C: Es un libro publicado en 1868, Hernán. En algún momento espoilear «Mujercitas» debería prescribir.

Un google personal

HERNÁN: ¿Cuál de todas las mujercitas es tu preferida?

CHIRI: Jo, sin dudas. La varonera.

H: Sí, a todos nos gusta Jo.

C: Yo igual nunca leí «Mujercitas», solo vi una de las adaptaciones al cine.

H: Yo sí. En mi infancia, como recordarás, leí todas las novelas que aparecían en la colección Robin Hood. 

C: Sonaste como los locutores que hacen el «previously» de las series. ¿Por qué estás tan seguro de que me acuerdo cosas de tu infancia?

H: ¿Para qué carajo quiero tener un amigo de toda la vida, si no es para que se convierta en mi Google personal?

C: ¿Yo soy eso, para vos, un buscador?

H: Obvio. Mirá. ¿Cómo se llama el Moco Alvarado?

C: Adrián.

H: ¿Viste? Eso Google no lo sabe, pero vos sí.

C: Entonces qué. ¿Leíste «Mujercitas» o no?

H: Claro, leí varios novelones de María Luisa. «Ocho primos» era muy divertida y por supuesto: «Jack y Jill». Aunque «Mujercitas» fue la única que leí a escondidas. 

C: Por tu viejo.

H: El solo hecho de que me gustara leer, a Roberto le parecía que era síntoma de ser redondamente puto… Así que imaginate si, además, me encontraba leyendo algo llamado «Mujercitas».

C: Había un libro para nosotros de Alcott, ¿te acordás? Se llamaba «Hombrecitos».

H: Sí, pero no le llegó ni a los talones a «Mujercitas». María Luisa lo publicó inmediatamente después.

C: ¿Habrá sido un reclamo del patriarcado de la época, o una estrategia de márketing para subirse a la ola del éxito de Meg, Jo, Beth y Amy?

H: Márketing fallido, por lo menos en mi cabeza infantil… Pero unos años después, con «Ocho primos», levantó la puntería.

C: Es muy bueno cómo analiza Tamara al personaje de Jo, cuando dice que es la puerta de entrada para esas chicas que despreciaban la feminidad sin saber que, en el fondo, era una trampa del patriarcado, le empezaran a gustar «las cosas de mujeres».

H: Es buenísimo todo, yo creo que Tamara (y esto te lo digo sin que se mueva un pelo de la cabeza) es una de las mentes más brillantes de su generación. No solo por cómo piensa el feminismo y cómo nos enseña a mirarlo y comprenderlo, sino por cómo piensa todo, en general.

C: Y además dice exactamente lo que piensa. 

H: Hace un tiempo unas descerebradas cordobesas (que se autoperciben feministas) le quisieron cancelar un show a Zambayonny por unas canciones viejas y desfasadas, y entonces Tamara escribió en Twitter algo que a muchos varones nos hubiera gustado haber escrito, pero que por el momento solo puede escribir una mujer.

C: ¿Me compartís el link?

H: Es corto, dijo esto Tamara: «No hay ninguna justificación políticamente razonable para cancelar un show por “machista”. Si fuera de una persona denunciada por violencia me parece controversial pero atendible; por cuestiones de discurso ya es inaudito. No hagan papelones en nombre nuestro».

C: Qué genia.

H: Y qué suerte que haya gente inteligente haciendo clic, para que la foto de esta época no salga movida, ¿no?

C: Lo hiciste adrede, se notó.

H: Qué cosa.

C: Usaste la palabra «foto», para pasar al contenido que viene. Estás viejo, ya se te notan los hilos.

H: No, te juro que no.

C: Te conozco de chiquito. Soy tu Google personal. Viene una nota de Marcos López y dijiste «foto» en un contexto forzado.

H: Touché. 

Tenés razón, me convenciste

CHIRI: «Disfrutá, Marcos, que la vida es corta»… Termina bien el diario de Marquitos, por suerte. Porque por momentos pintaba medio bajón y me preocupé un poco por él.

HERNÁN: La imagen que abre la nota es bastante oscura. Es potentísima, no te lo discuto, pero está muy lejos de lo que suele hacer él. Cuando le hicimos la propuesta de que haga un diario, yo pensé que iba a salir con algo del pop latino, pero no.

C: Es que está un poco aburrido del pop latino y de la marca que creó. No es que reniegue de eso, todo lo contrario. Hizo algo maravilloso, original, y lo sabe. Pero desde hace un tiempo necesita explorar otras cosas y en la portada que nos mandó para sus páginas lo demuestra.

H: Ahora, ¿por qué un diario? Es lo que te decía hace dos sobremesas…Todo el mundo hace un diario de la pandemia. ¡Todos! ¿No podríamos haber sido un poco más originales?

C: ¿Por qué? ¿Qué necesidad de destacarnos en esto? A mí me gusta, como todo el mundo, tener nuestra propia mirada de la pandemia, y me parece que hacerlo a través de Marcos López era lo mejor que podíamos aportar nosotros al libro de la historia cotidiana del futuro.

H: Tenés razón. Me convenciste.

C: ¿Tan rápido?

H: Es alucinante hacerse viejo. A veces estoy discutiendo con alguien y sé que dentro de quince minutos, si mantengo mi postura con firmeza y honestidad, se impondrá mi idea… ¿Y sabés qué hago?

C: Te dejás ganar.

H: Sí señor, me da fiaca hablar con otro quince minutos. Ser viejo es saber que no importa ganar o perder las discusiones: lo único que importa es terminar temprano.

C: ¡Qué suerte que llegaste a viejo! ¿Me regalás cien dólares?

H: Sí, me convenciste. Pasame tu CBU.

C: Qué gordo hermoso.

H: Y vos, ¿cómo pasás el encierro?

C: Bien. Hoy, por ejemplo, antes de hablar con vos, me vi un making off de la película Nueve reinas, y después una charla de que dio Adolfo Aristarain en el Centro Cultural de la Cooperación en el año 2013, y de ahí me acordé de Un lugar en el mundo y me vi una parte, la de Luppi y Aristarain borrachos cuando le abre la puerta Cecilia Roth… Qué buena película.

H: Es decir: venís haciendo lo mismo de los últimos diez años.

C: Sí, pero con la diferencia de que ahora no puedo salir a la calle. ¿Vos?

H: Yo estoy lo más choto en casa. Como quiero, sin tener que salir a ninguna reunión ni hablar con nadie ni que me rompan las pelotas con nada. Me siento un campeón.

C: ¿No te preocupa el apocalipsis?

H: Me preocupan cosas más realistas.

C: Debería preocuparte, porque si sobreviene un escenario apocalíptico, las personas como vos y yo nos quedamos en el camino.

H: ¿Los inteligentes y bellos?

C: No, boludo. Los que no sabemos hacer un fuego, ni cambiar la rueda de un auto, ni manejar una Zanellita sin chocar contra algo duro… Seríamos los primeros en morir…

H: Tenés razón, me convenciste.

C: No sé si me gusta esta versión tuya que no discute ni se apasiona. Me gustaba más cuando eras peronista.

H: Hablando de Roma, lo que viene ahora es impresionante.

C: ¡Es verdad! Y juro que no forcé la charla. 

H: Me encantan los abuelos de esta chica.

C: Esperá… Antes de entrar en esta historia, ¿será necesario explicarle al lector extranjero qué significa en Argentina ser «gorila»?

H: No, que lo descubran solos.

Sofi confirmó con el diablo

HERNÁN: Necesito ocho temporadas de Los Gorila de dieciocho episodios cada una, como This is Us. No quiero que esta historia se termine nunca. 

CHIRI: Me pasa exactamente lo mismo. Leer Los Gorila te produce el efecto de una buena serie.

H: ¿Cómo surge esta historia, querido amigo? Necesito saberlo todo.

C: Los Gorila se publicó por primera vez en la edición digital de la Revista Orsai, en formato de podcast.

H: Eso ya lo sé.

C: ¿Entonces para qué me preguntás?

H: Para que se entere el lector distraído.

C: Entonces dejame hablar, no me interrumpas. Parecés esquizofrénico.

H: Perdón.

C: En 2019 Sofi escribió cuatro capítulos en total para nuestra revista digital, uno más bueno que el otro. Y cuando iba por el segundo, estábamos tan encantados con la historia que, sin dudarlo, la invitamos a participar en la edición en papel. 

H: ¡Y lo bien que hicimos!

C: Es una escritora nacida en el año noventa y dos. No creo que hayamos publicado nunca a un autor tan joven.

H: ¡Noventa y dos! Se perdió casi todos los Mundiales.

C: Y la gran mayoría de los premios Óscar.

H: Me encanta que después de diez años de hacer esta revista sigamos mezclando a escritores consagrados, como Guadalupe Nettel o Samanta Schweblin, con autores inéditos y desconocidos como Sofi Badía o vos mismo, Christian.

C: Bueno, Sofi es medianamente desconocida, pero creo que inédita ya no. 

H: ¿Qué querés decir, Christian Gustavo?

C: Espero que no te enojes con esto que te voy a decir, pero…

H: ¡Pero qué! 

C: Bueno, emmm… Cómo decirte… Cuando empezamos a publicar los textos de Sofi en las ediciones digitales de Orsai vino una editorial de las grandes, de esas que odiás… y se la llevó. 

H: ¿Cómo que se la llevó?

C: Sí, se llevaron Los Gorila, Hernán… Se los llevaron delante nuestras propias narices.

H: ¿Y por qué no hicimos nada para impedirlo?

C: Fue una semana de mucho fútbol.

H: ¡Ah, siempre el deporte entrometiédose!

C: Ahora ya es tarde para lamentos… En muy breve tiempo, cuando esto de la pandemia pase, la historia de Los Gorila va a estar en todas las librerías del mundo, se va a convertir en una serie de televisión y Sofi, instantáneamente, va a ser la nueva Phoebe Waller-Bridge… Yo sé lo que te digo.

H: ¿Sabés qué? Me chupa un huevo. Está muy bien que Sofi haya firmado con el diablo. No hay que renegar de la industria, querido amigo: hay que sacarse las medias y zambullirse, beber de ese río contaminado, tener la correspondiente diarrea y saber salir de allí a tiempo. ¡Brindo por Sofi y su pluma!

C: Y yo brindo porque Orsai no deje nunca de ser una plataforma de despegue para los nuevos escritores.

H: ¡Un faro!

C: ¡Una luz que guíe al narrador en la penumbra literaria!

H: Una torre alta situada en la costa que emite una luz poderosa e intermitente para orientar de noche a los navegantes.

C: ¿Por qué siempre que pretendés ser lírico te sale crucigrama?

H: ¿No sonó épico como Cervantes?

C: No. Pero el autor que viene ahora sí.

Robots que nos solucionen la vida

HERNÁN: Dos cosas le pido a la ciencia que me porporcione antes de la muerte. 

CHIRI: ¿Vos sabés que la ciencia no está acá para darte los gustos, no?

H: Claro que lo sé. Pero le pido igual dos cosas, por si me atiende. La pastilla que cuando la tomás ya estás bañado, y un robot que cocine y haga los mandados, como tiene la familia alemana de Tere. 

C: Yo creo que es una trampa, Hernán. Los robots nos va a terminar aniquilando como especie. Tené cuidado con lo que deseás.

H: ¡No, Christian, no! No te subas vos también al carromato de las teorías apocalípticas… Mucha ciencia ficción, mucha sarasa. Hace años que queremos robots que nos solucionen los problemas en casa. ¿Te acordás de esa película italiana de los sesenta?

C: ¿Cuál?

H: La del tipo que se pasaba el día en la cama, y que para no tener que levantarse había desarrollado un complejísimo sistema de poleas que colgaban del techo donde tenía una damajuana de vino, pan, salame y todo lo que necesitaba.

C: Era francesa, la película. Se llamaba Buenas noches, Alejandro

H: Bueno, esa película ya te demuestra que, desde siempre, necesitamos robots que nos solucionen la vida doméstica para que podamos rascarnos el higo durante el doble de horas al día.

C: Según este historiador israelí que está de moda…

H: ¿Freud?

C: Freud no es israelí, no es historiador y no está de moda.

H: No se me ocurreo otro, entonces.

C: Según el historiador israelí Yuval Noah Harari, dentro de no muchos años vamos a estar viviendo adentro de Black Mirror, pero en serio. 

H: Ah, ya sé cuál es… Nunca me sale el nombre de este tipo. ¿Cómo es? ¿Yuval…?

C: …Noah Harari.

H: Nunca va a llegar tan lejos como Freud. Freud es más fácil de pronunciar. Este Yuval es el que dijo que las tres grande adicciones de este siglo son la heroína, los carbohidratos y el sueldo fijo.

C: Te encanta esa frase, la repetís siempre. ¿Te puedo seguir contando?

H: Sí, perdón.

C: Yuval dice que la tecnología nos puede ayudar a vivir en la abundancia, a vencer virus pandémicos, incluso a conseguir la inmortalidad. Pero igual, cuando pienso en ese futuro posible, no puedo evitar sentir un poco de escalofríos.

H: ¡A mi me encanta! No sabés cómo disfruto de las teorías conspirativas que está circulando en torno a todo esto del coronavirus. Son la mejor ficción del mundo.

C: ¿Cuál de todas te gusta más?

H: Me gusta mucho una que dice que el virus fue inventado por una élite oscura (los Iluminatis, por ejemplo) para controlar el mundo a través de los celulares de unos microchips que nos van a insertar junto a la vacuna salvadora, que por otra parte ya está creada pero recién la van a liberar cuando el pánico sea todavía más a atroz.

C: ¡Es Bill Gates, boludo! ¡Él tiene la vacuna! La tiene guardada en una oficina inaccesible y herméticamente cerrada dentro de un cajón en Silicon Valley.

H: ¿Ves? Bill Gates. Es un nombre simple, sencillo y eficaz. Él sí va a llegar lejos en la vida. No como Yuval Noah Harari, que va a quedar enterrado en el olvido del futuro.

C: No estoy de acuerdo. Fijate cómo se llama la autora que viene ahora.

H: Quién viene.

C: Samanta Schweblin.

H: Me cagaste. Samanta es inmortal.

C: Habrá olvido para todos. Pero para ella no.

Imágenes nuevas en la cabeza

HERNÁN: Hay mezclas que no sabés cómo pueden salir y después, cuando las tenés adelante, te parece extraño que no hayan sido así siempre.

CHIRI: Café con leche, queso y dulce, Xavi e Iniesta, arroz con leche…

H: …y Samanta en historieta.

C: Es verdad, cuajan. Pero yo no diría «Samanta en historieta». Diría Samanta Schweblin y Lucas Ferreyra. Porque no sé si este cuento funcionaría con unos trazos diferentes. Creo que la narrativa de Samanta y la forma de dibujar de Lucas hace que haya funcionado tan bien.

H: Es verdad, es ese maridaje. A mí me pasa cuando escucho «El arriero» en la versión de Divididos. Ya no puedo concebir esa canción en otras versiones, ni siquiera en la original.

C: En la contratapa de uno de los libros de cuentos de Samanta, Mario Bellatín dice que su escritura es una experiencia más parecida a la que se puede tener en una galería de arte, o mirando cine de autor, que leyendo un libro, y es así ¿no?

H: Sí. Cuando me viene a la cabeza un cuento de ella, el recuerdo me llega como una película que vi una noche. No me llega el recuerdo como de haber leído un texto impreso. 

C: Si, pero ojo, porque también es engañoso decir que la ficción de Samanta es cinematográfica, porque es pura literatura. Pensarla de otro modo es un engaño grande como una casa. Lo visual viene en los huecos, en los espacios que ella deja libres para que el lector cree sus propias imágenes en la cabeza… 

H: Qué lindo cómo hablás Christian. ¿Estuviste viendo tutoriales de oratoria?

C: …y eso ella lo hace con palabras.

H: ¿No me das bola a las chicanas?

C: No, ya maduré. 

H: Igual en el futuro, cuando piense en «Nada de todo esto», probablemente me vengan a la cabeza, antes que nada, los dibujos de Lucas Ferreyra, y no tanto una película.

C: Hubo un gran trabajo en equipo acá, querido amigo gordo. Lucas hizo una puesta en página increíble desde Brasil, donde vive; pero también laburaron mucho Josefina Licitra, en la adaptación de la historia; y Margaria Monjardín en el arte.

H: Y Samanta, que siguió todo el proceso primero desde Argentina, donde estuvo unas semanas de visita, y después desde su casa de Berlín, donde vive desde hace unos cuantos años.

C: ¿Por qué se fue a vivir a Berlin? ¿Vos sabés?

H: Creo que llegó por una beca y que la ciudad le gustó tanto que, cuando se le terminó la beca, ella y su novio decidieron quedarse. Pero también la escuché decir una vez que estar en esa ciudad le da tiempo y espacio mental para poder escribir, cosa que cuando vivía en el quilombo de Buenos Aires se le hacía más difícil.

C: Me encanta escucharla en entrevistas, creo que me vi todas los que hay en YouTube. Algunas son clases de escritura. Por ejemplo, hay una en la Feria del Libro de 2019 en que la entrevista Elsa Drucaroff, que es una clase masgitral de escritura. Muy maravillosa, porque ella cuenta su labotorio, cómo escribe, cuáles son sus trucos y sus obsesiones, con absoluta normailidad y generosidad. Además de ser una genia, es buena gente. La quiero mucho.

H: Antes no eras tan sensible.

C: Antes cuándo. ¿En la secundaria?

H: No, un poco más acá. En la primera temporada de Orsai no decías de ningún autor «lo quiero mucho» ni ponías esa cara melancólica. Capaz que es verdad que estás madurando.

C: El próximo cuento es de Diego Fernández Romeral y te juro que te vas a caer de culo cuando lo leas.

H: ¿Hacés la transición así, sin hilvanar, sin engañar al ojo del lector? No te reconozco.

C: No caer en discusiones vanas, no esconder la sensibilidad y no forzar los finales. Ya llegarás a mi edad y esta sabiduría también será tuya.

Dos borrachos hablan de cine

CHIRI: Tremendo, ¿no?

HERNÁN: Hermoso. Qué revista linda nos está saliendo, boludo. Un gran texto atrás del otro. ¡Cómo se nota que cada vez participo menos del entramado!

C: Nada que ver, Hernán: todo lo hacemos siguiendo tu estrella. 

H: Lo sé.

C: Me quedó grabada la escena en la que el viejo y el pibe bajan a comer al sótano de ese bodegón secreto en las entrañas de la ciudad.

H: El personaje del viejo es increíble. Pero decime… ¿es o no es?

C: Qué cosa.

H: El viejo… ¿Está inspirado en alguien de la vida real, no? Me hace acordar mucho a alguien que conocemos.

C: Supongo que estamos hablando de la misma persona.

H: ¿Es el viejo Symns, sí o no?

C: Bueno… Si mirás los dibujos de O’Kif que acompañan el cuento, medio que no te quedan muchas dudas.

H: ¿Y vos sabes por qué Romeral no quiso usar el nombre de Symns en la crónica?

C: Porque no es Symns, es ficción. Y porque al final el personaje del cuento le afana toda la guita, lo deja solo con un revólver y el viejo se termina pegando un tiro, capaz que por eso también…

H: Es un buen argumento.

C: De todos modos Diego es de los pocos que sigue viendo al viejo y preocupándose por él.

H: Más allá del morbo, necesito leer más cosas de Diego Fernández Romeral… Decime qué más escribió, qué libros tiene.

C: Todavía no publicó nada porque recién ahora se está largando a escribir ficción, siempre hizo periodismo gráfico. Es de los buenos.

H: Se nota. Me encanta cómo va construyendo el relato. Si tes fijás bien, es el viejo el que le siembra la idea al pibe de que le afane la guita, y se la siembra durante la comida en el bodegón. 

C: ¿Sí, no? Cuando le dice «tenés que ir hasta el fondo, a un deseo que tengas desde antes de hacerte tu primera paja. Ahí podés encontrar algo de verdad…». 

H: Y ahí el pibe se le ocurre lo del caballo de carreras… Ese deseo subterráneo que va saliendo poco a poco a la luz es el que termina definiendo la historia.

C: Me encantan las historias sobre ritos de pasaje, como esta. El pajuerano inocente que se convierte en un traidor. Se apodera de la ciudad, asume sus códigos hostiles, aprende a contar hasta seis.

H: Parecés Morelli.

C: ¿El intelectual de Rayuela?

H: No, boludo… El otro Morelli, el de ATC. 

C: ¡Carlos Morelli!

H: ¡Pará un poquito! ¿Sabés quiénes somos? ¡Somos Morelli y Berruti al final del programa! Estas sobremesas son Función privada.

C: Yo siempre soñé que estábamos más cerca de ser Borges y Bioy cuando cenaban y hablaban de libros.

H: Y yo siempre creí que éramos Beavis and Butt-Head, pero no señor: somos Carlos Morelli y Rómulo Berruti. ¡La concha de la lora, qué bajón!

  1. ¿Cuántas sobremesas hicimos en estos diez años, sin saber que éramos esos dos borrachos?

H: Un montón… ¿Y qué viene, ahora, en el próximo bloque, mi querido Carlos?

C: Rómulo, te traigo más historias. Walter Lezcano y Tali Goldman, son dos escritores jóvenes y talentosos, muy originales… ¿Me pasás el scotch?

H: Claro… Hermosa corbata, Carlos.

C: Gracias. La compré en Cannes, a la salida del festival del mismo nombre.

Monos peligrosos

CHIRI: ¿Yo entendí mal o al protagonista de uno de los cuentos de Walter Lezcano le chupa el pito un mono?

HERNÁN: No me quedó claro, porque cuando el pibe levanta la cabeza ve que la que tiene sangre en la boca es ella.

C: ¡Le chupó la pija el mono, boludo! ¡Es una locura lo que pasó adentro de esa casa! 

H: Pará, no quiero pensar más en esto porque me hace mal, te lo juro. Me da impresión. Hablemos de otra cosa.

C: No podemos, en las sobremesas tenemos que hablar de lo que leímos.

H: ¡Pero evitá la parte del mono! Hablá en abstracto. Como cuando hablamos con gente inteligente, que hay que caretear.

C: Me encantan los mundos que arma Lezcano, Hernán, crea pequeños universos que funcionan a la perfección, son reales. 

H: ¿Ves que podés?

C: No busca finales contundentes, sino que me da la sensación que suspende la narración en un punto en el que, quizás, podría seguir. 

H: ¡Ah, pero me estás hablando en serio!

C: Claro, boludo. 

H: A mí me pasó lo mismo. Siempre me deja con ganas de leer un poco más… 

C: Hasta que te metés en otra de sus historias. Es buenísimo. ¿Y el de Tali Goldman, te gustó?

H: Me divertí mucho con La doctora Venturini. ¿Sabés a qué me hizo acordar?

C: A Poco ortodoxa, la serie de Netflix.

H: Exacto.

C: Salvo que Tali escribió este cuento mucho antes de que saliera la serie. 

H: Y si hubiera sido después me da igual, porque las dos historias se complementan muy bien. 

C: Incluso está bueno ver la serie para tener más detalles del universo en el que te mete.

H: La serie está buena, no está de más verla… Pero igual este tipo de similitudes literarias me importan un bledo.

C: Se dice «me importan un pito».

H: No, no  no. No digas más la palabra «pito» que automáticamente pienso en el mono de Lezcano y me baja la presión. 

C: ¿Para tanto?

H: Creo que me siento mal…

C: No te desmayes ahora, que ya estamos a la última sobremesa de este número. 

H: ¿Es la última? Se me pasó rapidísimo.

C: La última sobremesa de la sexta edición de la segunda temporada de la Revista Orsai.

H: Tenés que decir siempre «de la mítica Revista Orsai», para que quede claro.

C: Una edición que seguramente para nosotros, puertas adentro, se va a llamar para siempre «el número de la cuarentena».

H: Dios quiera que no se llame «el primer número de la cuarentena»: ojalá que sea el único. Ojalá que al próximo ya lo hagamos al aire libre.

C: ¡Como la primera Orsai, que la hicimos en el patio de tu casa de Barcelona!

H: Que loco, es verdad, hicimos toda esa edición desde un patio… ¿Vos sabés que se cumplen diez años de eso, no? En el número que viene festejamos una década.

C: Cómo pasa el tiempo, querido amigo. Ya diez años haciendo esta revista.

H: «Mítica» revista. Decilo bien.

C: Me da vergüenza… ¿A vos te parece que seamos nosotros los que le pongamos ese adjetivo?

H: Es una revista sin publicidad, de más de doscientas páginas, prestigiosa, rentable, hecha por dos imbéciles. Dame un adjetivo para esa revista.

C: Mítica.

H: No hay más preguntas.

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