Sobremesas de Revista Orsai N1 T2

La revista inaugural de la segunda temporada trae un popurrí de textos imprescindibles: la procrastinación según Josefina Licitra, el panteón personal de Enrique Symns y hasta la autobiografía de Silvia Süller en la pluma de Sklar, entre muchos otros.

Tres hombres encerrados

HERNAN: El tiempo que tardó Rodo en entregarnos esta crónica no tiene nombre.
CHIRI: Es cierto. Por un momento, cuando la crónica no llegaba, te vi sufrir tanto que tuve miedo de que tuvieras otro infarto.
H: Además, tenía un mal presentimiento. De entrada supe que las cosas podían trabarse.
C: Supersticiones no. Y menos a esta edad.
H: Permitime que te cuente esto: el día que se conocieron Rodo y Mandrafina, sucedió algo… Los dos vinieron a mi casa. Yo cruzaba los dedos para que se llevaran bien, porque el trabajo que iban a tener que hacer no era fácil, necesitaba un ensamblaje de texto y dibujo muy delicado. Y además porque me parecía ideal pedirles más cosas en el futuro.
C: Supersticioso y además especulador. Ok. Seguí por favor…
H: Los dos se trataron con mucho respeto, casi tímidamente. Y yo también me puse tímido, creo que por ósmosis.
C: No creo, habrá sido por gordo.
H: ¡Basta, Christian! En un momento nos quedamos mirándonos. Hubo un silencio un poco largo y entonces fantaseé con que éramos los maridos de tres mujeres que estaban en otra habitación, y que ellas sí eran amigas. Y que nos habían dejado a nosotros solos para que nos relacionáramos.
C: En momentos así, yo me hago cargo, sonrío y saco el Juan Carlos Mareco que llevo adentro.
H: Yo no, pero por suerte agarramos viaje enseguida. Nos pusimos a hablar de trabajo y todo fue mucho mejor… Pero al final me mandé una cagada, cuando se estaban yendo. Nos quedamos los tres encerrados en el palier del edificio, porque yo no tenía llave para abrirles. Se las habían llevado unos albañiles que estaban trabajando en casa.
C: Nunca te avisaron que se iban.
H: ¡No! Los pelotudos se fueron a comprar el almuerzo y se llevaron mi llave. Entonces quedamos Mandrafina, Palacios y yo en el palier. Sin poder salir a la calle ni entrar de nuevo a casa. Además yo ya les había dado un beso de despedida.
C: Hay pocas cosas más horribles que quedarse quieto sin hablar con otro varón después de haberle dado un beso.
H: Y para peor pasaban los minutos y los albañiles no volvían… Ninguno de los tres sabíamos de qué hablar. Nos mirábamos las caras en silencio. ¡Ya nos habíamos dicho todo! Fue muy jodido, Christian. Y yo creo que fue esta traba inicial la que determinó la demora. Tres tipos encerrados, con ganas de fugarse.
C: No lo creo… Yo creo que el origen de esta nota ocurrió mucho tiempo antes. Pensá esto: el 31 diciembre de 2015, en el mismo momento que se desarrollaba la Triple Fuga, vos y yo estábamos en el parque de mi casa de Luján, charlando y esperando que llegara la noche para celebrar el Año Nuevo. Dijimos que lo que estaba pasando era una historia increíble, y que si alguna vez volvíamos a hacer la revista le íbamos a pedir una crónica a Rodo, ¿te acordás?
H: Ahora que lo decís, claro: me acuerdo.
C: Pasó el tiempo. Nos olvidamos de todo lo que habíamos dicho, como suele suceder. Y cuando lo convocamos a Rodo para la vuelta de Orsai fue él, de la nada, el que nos propuso escribirla… Ese fue el verdadero origen de todo. Y es por eso que esta historia, al final, terminó bien.
H: Es cierto. Y además, ahora que lo pienso, con dos monstruos como Rodo y Mandrafina nada puede terminar mal.

 

De autores y de editores

CHIRI: ¡Tremendo lo que trabajó Josefina en este número de la revista! Porque no solamente escribió su experiencia limpiando a Borges, sino que también editó casi todos los contenidos.
HERNÁN: Sí, es una bestia trabajando. Se encargó más o menos de todo lo que antes hacías vos, hijo de puta.
C: Sí, es cierto. Y también de lo tuyo… Pero ella hizo un trabajo mucho mejor que el que hacíamos nosotros cuando editábamos.
H: Yo siempre fui horrible editando a otro, pero vos eras bueno. A mí me llama mucho la atención lo que hacen los editores. Eso de trabajar codo a codo con un autor, desde la sombra.
C: Vos también editabas bien.
H: No, yo no tengo cintura.
C: Eso es genético, ¿viste el culo de tu vieja?
H: ¡Quiero decir que no tengo diplomacia! Que me pongo de mal humor, que no sé mantener una conversación elegante.
C: Ah.
H: Cuando veo esos intercambios de mails me da la impresión de que el editor es un tipo que camina en puntas de pie, de madrugada, por la casa de un autor borracho que se quedó dormido con una escopeta entre las sábanas.
C: La sensación de que en cualquier momento va a ocurrir una desgracia.
H: Me sentí muy identificado con Josefina en una parte de su relato.
C: Me imagino cuál. ¿El procrastineo?
H: Sí señor. Pero creo que le da una vuelta trágica, sobre todo en este párrafo: «Terminar un libro no es como tener un hijo: es como matarlo». Y después se suelta con una frase que yo pondría en una camiseta. «Todos cartoneamos tiempo». Está buenísima, me la imagino en helvética negra sobre remera blanca de algodón.
C: En otra parte Josefina toca otro gran problema: cuando te das cuenta de que hay gente que siempre fue vieja y que, de repente, tiene la misma edad que uno.
H: Cuando dice que Borges escribió «El jardín de los senderos que se bifurcan» a los cuarenta y dos años, a mí me recorrió un frío en la espalda.
C: Como cuando pensás que Spinetta hizo Artaud, el mejor disco del rock nacional, a los veintitrés.
H: Yo me pegué un susto muy grande cuando cumplí cuarenta y vi que Guardiola tenía la misma edad y ya era director técnico del Barcelona.
C: Y ahora, como dice Josefina, nos empieza a llamar la atención que a los grandes libros del viejo Borges en realidad los hacía un tipo más joven que nosotros. ¡Qué cagada más grande es la vida!
H: En la crónica que viene, Enrique Symns habla un poco de eso también. A su modo.
C: ¿Del tiempo?
H: Del tiempo y de la muerte. Enrique eligió escribir sobre los nueve muertos más importantes que pasaron por su vida. Incluso hay uno en la lista que no está muerto, aunque él lo da por muerto.
C: ¿Quién editó la crónica de Symns?
H: Josefina, por supuesto.
C: Entonces es verdad que vos y yo no hicimos un carajo en esta revista…
H: Es una gran verdad. Nos procrastinamos el higo largamente.
C: Ojo. Pero cada cual su higo.

Saquen una hoja, hay dictado

CHIRI: Parece que el viejo Symns no anda muy bien de salud.
HERNÁN: Sí, qué cagada… Me lo contó Rodo Palacios que es muy amigo del viejo.
C: Entonces, en vez de escribir, dictó su crónica para este número de Orsai.
H: ¿Symns? ¿Cómo que la dictó?
C: Se sentó en un bar de Mar del Plata con un amigo y le contó toda la crónica, oralmente, de punta a punta.
H: Me estás jodiendo.
C: Te estoy diciendo la pura verdad. El amigo lo iba grabando con la aplicación de notas de voz del teléfono.
H: ¿Y después qué, el amigo tipeó todo?
C: Exacto.
H: A ver. Dejame que lo piense un poco como director de un medio… ¿Eso es legal?
C: Cuando sos Enrique Symns, es legal.
H: O cuando te falta una mano, como a Miguel de Cervantes.
C: O cuando sos ciego, como Borges. Yo creo que hay casos en los que dictar no puede llamarse trampa.
H: Pará. Entonces yo, después del infarto que tuve, ya podría… ¿Vos decís que puedo?
C: ¿Dictar?
H: Sí.
C: En dos o tres años, Hernán… Tuviste una hija hace un mes, supuestamente estás bien de salud.
H: Pero mirá que estoy tomando como seis pastillas por día, a la mañana. No es joda. Son pastillas de varios colores.
C: ¿Pero te sentís mal?
H: No, pero son pastillas caras. Pensalo.
C: A mí, más que lo escritores que dictan, me gustan los escritores que escriben en la cama. Como Juan Carlos Onetti, por ejemplo. Dicen que era tan raro verlo de pie, que su perro se sorprendía al verlo levantado y le mordía el pijama para que volviera a la cama.
H: Con una mano escribía y con la otra se rascaba la chota, ¡un campeón!
C: Y no era el único que lo hacía. También Proust, Voltaire, Capote, Nabokov, Valle-Inclán y uno que te gusta mucho a vos: Mark Twain. A todos ellos les encantaba escribir en la cama, parece.
H: Esta clase de datos debería quedar en la intimidad de los escritores. No me gustaría que, cuando muera, digan de mí que durante muchos años de mi vida me la pasé escribiendo encerrado en una habitación, fumando porro y en pijama.
C: Primero, no era un pijama. Er una especie de jogging azul carcomida por la mugre y por el paso del tiempo. Segundo, todo eso te encargaste de decirlo vos en tu propio blog, mientras lo hacías.
H: ¿Vos viste lo que dice el viejo sobre algunos de sus amigos muertos? Hay cosas que son bastante oscuritas.
C: Yo pensé que preferías que nos hiciéramos los boludos con esos temas.
H: ¿Te referís a la parte de pederastia del escritor José Sbarra?
C: Sí, a esa clase de cosas me refiero. Vos, como director de una revista serie, ¿cotejaste que todo eso que dice Symns se puede poner en una revista?
H: No. ¿No era tu trabajo ese?
C: El editor responsable sos vos.
H: La verdad, no me fijé. Pero le pedí bastante ayuda a nuestro único amigo abogado, Amadeo Zanotti. Pero para la crónica que viene, en la que Juan Sklar cuenta muchas intimidades sobre Silvia Süller.
C: Texto bastante polémico. ¿Y qué te dijo el doctor Zanotti? ¿Hubo que recortar algo o te dejó poner el texto completo?
H: Leé la crónica y después te cuento.

Ya somos una revista del corazón

CHIRI: Tremendo el texto de Juan. Me impresionó un poco.
HERNÁN: La primera vez que lo leí no podía parar, es un texto adictivo.
C: Escribir la autobiografía de Silvia Süller debe haber sido, sin lugar a dudas, una experiencia sobrenatural. ¿Vos alguna vez fuiste escritor fantasma?
H: No, nunca. Creo que hay que ser flaco para tener un trabajo así. Si sos gordo, te descubren.
C: Y además supongo que tenés que tener un apellido corto, que no suene italiano ni español, y que tenga al menos una consonante rara en el medio, como Sklar.
H: Juan está escribiendo cada vez mejor. Yo lo sigo mucho en «La Agenda de Buenos Aires», esa página web del Gobierno que sin embargo es buena.
C: Ese ‘sin embargo’ fue medio peronista. Yo no lo pondría.
H: Bueno, después lo editamos.
C: Creo que nunca me hubiera imaginado, en toda la vida de Orsai, que Silvia Süller iba a tener que ver con la revista.
H: ¿Ahora entendés por qué tuve que pedirle consejo a nuestro abogado amigo Amadeo Zanotti?
C: ¡Claro! Esta señora nos va a hacer juicio. Hay mucha barbaridad en ese texto. Seguramente dijo todo, palabra por palabra, pero cuando ves tus propias palabras leídas te arrepentís siempre. Acordate del Indio Solari.
H: Dormí sin frazada, Silvia Süller no nos va a hacer juicio. Nos quiere mucho. Y yo también la quiero a ella.
C: Una vez te escuché decir que la querías un montón a Doña Tita.
H: ¡No la nombres! Yo soy muy seguidor de los Süller desde la primera hora. No solo de Silvia y de Guido. También del hermano menos conocido, el benjamín de la familia: Marcelo Hugo.
C: ¿Tinelli?
H: ¡No, boludo: Suller! Fue futbolista. Jugó en All Boys entre 1989 y 1993.
C: Es mentira.
H: Era un volante ofensivo muy encarador. Y no solo eso: además jugaba bien. Y hacía goles. Los hinchas de All Boys todavía se acuerdan de él.
C: Guido, además de salir en televisión, es arquitecto y fue comandante de a bordo en Aerolíneas Argentinas.
H: Sí, claro. Una vez me tocó viajar con él en un vuelo desde Barcelona a Buenos Aires.
C: ¿Con Guido Su? ¿En serio? ¡Qué flash!
H: No sabés lo que era… Un profesional con todas las letras. Tenía un uniforme impecable y estaba peinado bien tirante con gomina. Parecía Tom Cruise en Top Gun. Un poco me enamoré de él. En el fondo es una criatura muy sensible.
C: ¡Claro! Como Silvia, que más allá de la cáscara solo está reclamando amor y que alguien la quiera. ¿Guido es tu mediático preferido?
H: Para nada. Mi mediático preferido es, por lejos, Robertito Funes Ugarte.
C: Robertito no es un mediático, es un lifestyle. Nada que ver.
H: Bueno, como sea. Pero ahora solo tengo ojos para él.
C: Me dijo nuestro nuevo amigo Martín Felipe que el otro día, en una librería de la calle Corrientes, encontró la biografía de Süller que Sklar nunca escribió. A un precio muy accesible para el bolsillo.
H: ¿Lo compró?
C: ¡Y lo leyó enterito!
H: Cuando veo la portada de El Tomi con la cara de SIlvia, sus anteojos negros y sus lágrimas corriendo por las mejillas, ¿sabés que pienso?
C: No
H: Que ya era hora de que dejáramos de ser una revista seria.
C: Sí. Por suerte nos terminamos de sacar la careta.
H: ¡Gracias a Dios! Ya estaba harto de la crónica latinoamericana y la temática social.

El escritor que buscaba contenedores

CHIRI: A Daniel Mella lo conocí en Valizas en un festival de literatura que se llamó “Ya te conté”, organizado por unos amigos uruguayos, gente muy copada.
HERNÁN: Si Mella es amigo tuyo, consultále una duda que tengo. Yo creo que el cuento que publicamos en este número…
C: ¿El del adolescente mormón que escribe un diario íntimo?
H: Sí, boludo, el que acabamos de publicar en las páginas de atrás, con ilustraciones de Sebastián Dufour.
C: Perdón, seguí.
H: Yo creo que el cuento que le publicamos a Daniel Mella no es realmente un cuento.
C: ¿Cómo que no es un cuento? ¡Es un cuentazo!
H: Sí, está buenísimo. Pero creo que Daniel Mella se encontró ese diario íntimo por la calle, en un contenedor a la noche…
C: ¿Por qué pensás que Mella busca cosas a la noche en contenedores?
H: Bueno, vos me entendés. Capaz que compró un mueble antiguo en el mercado de pulgas y adentro de un cajón venía ese diario íntimo, y después lo transcribió.
C: Es rarísimo que ya no te drogues pero sigas pensando cosas que no tienen goyete.
H: ¡Lo que pasa es que ese diario íntimo es perfecto! Es real. Me causó muchísima vergüenza ajena leerlo. Me dieron unas ganas tremendas de hacerle bullying al chico que escribe. Me salió de adentro el maltratador… Cada frase, cada inflexión de la voz, me daban ganas de pegarle.
C: Es decir, no podés concebir que algo perfecto salga de la imaginación de un escritor. ¿Vos te das cuenta que estás haciéndole bullying a Mella ahora, al sospechar todo eso?
H: ¿Sos muy amigo de Daniel Mella?
C: Claro. Y además de ser un gran escritor es un tipo excelente.
H: A mí me lo recomendó Nico Delgado. Me llevó a una librería de Montevideo y empezó a buscar sus libros, para que yo los leyera. Escribió desde muy chico y después paró muchos años.
C: Sí. Escribió dos libros como vómitos, entre los diecinueve y los veintiún años. Esos dos libros la rompieron en Uruguay. Se llaman «Derritimiento» y «Pogo». Después sacó otro y se llamó a silencio.
H: Y ahora volvió a escribir. Yo me traje un libro de cuentos que se llama «Lava», donde está este cuento del adolescente mormón que le pedimos prestado, y una novela corta que se llama «El hermano mayor».
C: ¿Ya la leíste?
H: Ya la leí. Es muy inquietante.
C: Es la primera vez que escucho decir «inquietante» para definir un libro. ¿Qué te pasó? ¿Almorzaste con Horacio Quiroga?
H: Es que no sé de qué otra forma decirlo. Habla de la muerte real de su hermano, que era surfista. El hermano de Mella estaba en la playa una noche y lo partió un rayo.
C: Sí, todo eso lo sabía. Pero no leí la novela. Cuando lo conocí en Valizas todavía estaba saliendo de su etapa silenciosa. Estaba volviendo a escribir. Y al poco tiempo me mandó “Lava” por correo, editado por la maravillosa y querida editorial HUM, de la vecina orilla.
H: Esos días en Valizas fueron también el eje de «La uruguaya», ¿no? Vos sos un personaje en la novela de Pedro Mairal.
C: Apenas hago un bolo. Y Cucurto, otro. Pero está bien que mencionemos a Pedro y a Cucurto, porque lo que viene en la revista tiene que ver con ellos.
H: Lo hice adrede, querido amigo. Me di cuenta que no podías hacer la transición vos solo.

Las obras de arte del futuro

CHIRI: Cuanto más miro los cuadros de Cucurto, más me gustan.
HERNÁN: ¿Te cuento una infidencia?
C: No espero otra cosa de vos.
H: El otro se me ocurrió que el cuadro de Cucurto que usamos para la tapa de este número, algún día va a tener un valor económico importante…
C: ¿Por haber sido tapa de Orsai?
H: Sí.
C: ¿No te parece un poco pedante decir semejante estupidez?
H: Dejáme que siga. Entonces pensé en pedirle a Cucurto que lo done.
C: ¿Al cuadro original?
H: Sí. Así nosotros lo sorteamos entre los que compraron esta edición de la revista.
C: Me gusta la idea… No creo que se te haya ocurrido a vos. Lo más probable es que sea una idea de tu mujer.
H: No. Nada que ver.
C: Pero te pusiste colorado.
H: Porque la estufa está muy fuerte.
C: Apagala.
H: La prendió mi mujer.
C: No hay más preguntas.
H: Volviendo al tema. Resulta que a ese cuadro, el de la negra mulatona que está en la tapa de esta Orsai, Pedro se lo compró a Cucurto, y está colgado en la casa de Pedro.
C: ¡Qué buen ojo tiene Pedro para los negocios!
H: ¿Por qué?
C: Porque cuando el cuadro se revalorice, por haber sido tapa de Orsai, Mairal lo va a hacer guita seguro.
H: ¿No te parece pedante decir eso?
C: Lo que sea, pero Pedro te cagó la idea de tu mujer.
H: Nada que ver. Lo que hice fue pedirle a Pedro que donara el cuadro. Y Pedro, por teléfono, empezó a titubear: «Es que Inés se encariñó mucho con ese cuadro», me decía.
C: No estoy para nada de acuerdo con que hayas hecho eso…
H: Esperá, no te adelantes. Porque la historia terminó muy bien. A las dos horas me llamó y me dijo que sí, que lo donaba. Y entonces me los imaginé a los dos, Pedro e Inés, tironeando del cuadro. Por suerte ganó Pedro.
C: Me encanta el diario de Pedro y Cucurto en Francia. Y la posibilidad de que todo sea un experimento de los franceses para ver cuánto aguantan dos escritores latinoamericanos solos, en una ciudad de piedra helada, bajo un régimen de abstinencia sexual.
H: ¿Vos alguna vez tuviste las bolas azules?
C: ¿«Blue balls», decís? Cientos de veces. Vendría a ser el sucedáneo de «me tenés las bolas llenas», pero en inglés.
H: Es verdad, no lo había pensado así.
C: ¿Sabés qué admiro mucho? La libertad creativa de Cucurto. Que de golpe le den ganas de pintar y lo haga, sin haber agarrado nunca antes un pincel. Y que encima le salgan esas pinturas maravillosas, llenas de color y de fuerza. Si yo fuera la Fundación, le pagaría a esos dos para que viajen por el mundo y lo cuenten.
H: Tengo una buena noticia: hay segunda parte del diario. Me lo dijo Pedro. Yo creo que lo vamos a publicar en el próximo número de la revista. Seguimos en Francia con estos dos personajes.
C: De hecho seguimos en Francia con el próximo cuento. Un relato de Amélie Nothomb… ¡exclusivo para Orsai!
H: Bajá la voz, Christian Gustavo, que no estás relatando los corsos mercedinos. Y además pensá que esto va a leerlo ella, Amélie.
C: Es cierto. No perdamos la elegancia que venimos manteniendo hasta ahora.

Amélie ha recibido un fax

HERNÁN: ¿Cómo llegamos, vos y yo, a tener un cuento inédito en español de Amélie Nothomb para nuestra revista?
CHIRI: Fue gracias a la inestimable gestión de nuestro amigo Javier Beltramino, cuya esposa es belga. Y no solo eso, el genio de Javier además me consiguió el contacto para que le hiciéramos un mini reportaje.
H: ¿Hablaste con Amélie? ¿Por Skype?
C: No, digamos que fue una comunicación un poco más barroca.
H: ¡Ah, se escribieron por mail!
C: Más antigua aún.
H: No existe nada más antiguo que el mail. Antes de eso la gente se miraba a los ojos y gesticulaba.
C: Hablé con Amélie Nothomb… ¡por fax!
H: Me estás jodiendo.
C: No señor. En pleno 2017, le pasé las preguntas a Javier y ella las respondió a través de ese mecanismo del pleistoceno. Porque no es muy amiga de las nuevas tecnologías.
H: ¿Y qué le preguntaste?
C: Me puse a pensar qué preguntarle y me di cuenta que las mejores preguntas son las que hace Gerry Garbulsky en su maravilloso podcast «Aprender de grandes», así que se las robé.
H: Eso no está bien.
C: Claro que está bien. Gerry no solo es amigo de la casa, sino también partidario del copyleft, por lo tanto lo va a tomar como un homenaje. Y si no, que nos haga juicio. Acá van:
ORSAI: ¿Sobre qué cosas cambió de opinión en los últimos tiempos?
AMÉLIE: Pensaba que el whisky japonés era una moda, poco interesante. Me equivoqué. ¡El Hibiki es grandioso!
O: ¿Tiene alguna habilidad inútil? ¿Puede nombrar cuál?
A: Sí. Mis pulgares giran 180 grados.
O: ¿Tiene alguna opinión personal que sea muy diferente a la de la mayoría de las personas?
A: Creo que la humanidad entera, hombres y mujeres, es mucho más elegante con vestido y pollera.
O: ¿Qué libros la convirtieron en lo que es? ¿Qué lecturas las transformaron a lo largo del tiempo?
A: Cartas a un joven poeta de R.M. Rilke; Genealogía de la moral de Nietzsche; El retrato de Dorian Grey de Wilde; El pabellón de oro de Mishima; La princesa de Clèves de Madame de Lafayette
O: Escribe cuatro libros por año y solo publica uno. ¿Cuál es el destino de los otros tres?
A: Los guardo. Jamás serán exhibidos, ni siquiera después de mi muerte.
O: ¿Podría regalarnos una playlist, con el número de canciones que usted considere, con la banda sonora de su propia biografía?
A: «Burn the Witch», Radiohead; «Passive», A Perfect Circle; «Lateralus», Tool; «Enjoy», Björk; «Roulette», System of a Down; «Deep Six», Marilyn Manson Y «Cold Love», Ghinzu.
HERNÁN: ¡Impresionante! ¿De verdad es ella? ¿O es un truco y solo estás imitando su voz?
CHIRI: Es ella, nabo. Y nosotros nos dimos el extraño lujo de entrevistarla.
H: En la crónica que sigue nos damos otro lujo de esos raros: la intelectual más lúcida del país hace el perfil de una estrella del espectáculo argentino que cumplió noventa años, y que desde la pantalla de la tele le sigue hablando a nuestra consciencia social. ¿Sabés de quiénes hablo?
C: No tengo idea.
H: ¿Lo digo o no lo digo? Mejor que se presenten ella solas.

La reina fantasma

CHIRI: No creo que haya nadie que pueda explicarnos mejor a Mirtha, en sus noventa años, que Beatriz Sarlo.
HERNÁN: Ella dice que es más como un atleta de élite, del estilo de Federer. Yo sigo pensando que es nuestra reina fantasma.
C: ¿Reina fantasma?
H: Dicen que a los amputados a veces les pica la extremidad que no tienen, y no se pueden rascar. Nosotros, como sociedad, tenemos una monarquía amputada, y Mirtha Legrand es la reina que nos provoca impotencia.
C: Igual creo que Sarlo lo refuta muy bien a eso, con la teoría de la repetición. Un atleta solamente puede ser perfecto con una rutina inquebrantable. Llegar a los noventa años en la televisión es un esfuerzo semejante al de Usain Bolt. Perfeccionarse y repetir.
H: Por eso le propusimos a Dante Ginevra, el ilustrador, que nos mostrase un living argentino desde la década de los sesenta hasta el futuro. Todo cambia: los autos, las revistas, el modo de comunicarnos o de consumir ocio, los muebles, todo.
C: Menos Mirtha.
H: Exacto. A mí me gusta la teoría de Sarlo, la de comparar a Mirtha con un deportista profesional, pero no se contradice con la teoría de la reina fantasma. Desde hace un montón de años, ¿quién almuerza con los presidentes electos el lunes siguiente a una votación?
C: Mirtha:
H: ¿Y en los países monárquicos?
C: El rey.
H: ¿Quién recibe a los deportistas que han triunfado en el mundo, un rato después de que aterricen en el suelo patrio con la condecoración?
C: Mirtha en Argentina, y la monarquía en Europa. Sí, sí, ya entendí. Estás contentísimo con esa teoría desde que te conozco. Me tenés podrido. Me parece que fue lo primero que me dijiste en el patio de la primaria cuando nos conocimos.
H: Bueno, perdón. Antes te gustaba mi teoría hasta que vino Beatriz Sarlo y te dio otra.
C: ¿Te leo una cosa del libro «Borges», de Bioy Casares?
H: ¿Ya cambiamos de tema? ¿No estábamos hablando de Mirtha Legrand?
C: Seguimos hablando de lo mismo. Escuchá: «Domingo, 31 de diciembre de 1978. Comen en casa Borges, Roberto Gerosa y Daniel Tinayre (h.). Borges está algo tembloroso, sin equilibrio».
H: ¿Borges almorzaba con Daniel Tinayre?
C: Así parece.
H: Me encanta todo en Mirtha, hasta esos enlaces indirectos. Todo brilla en ella. Pasar de Suárez a Legrand es majestuoso.
C: A veces eso es azar. ¿Vos sabés cómo le dicen a la hermana de Mirtha?
H: Goldie. Como el oro. Ellas son áureas.
C: Escuchá esto que leí: «Su apodo familiar es Goldi, que para muchos provenía del inglés ‘Goldie’ con el significado de doradita o rubiecita, pero según revelaciones de su hermana, es solo una deformación de Gordi (de gordita) que sugirió su madre».
H: ¡Espectacular! ¿Y eso lo reveló Mirtha?
C: Sí.
H: Lo dicho: es la reina. ¿Sabés quién manda a eliminar a sus hermanos para quedarse con todo, en la monarquía?
C: Ya entendí. Cortala.

Jóvenes llenos de talento

CHIRI: Nunca habíamos publicado tres cuentos de un mismo autor en una sola revista, ¿no? ¿Es sección nueva, error o pereza?
HERNÁN: Es una sección nueva que se le ocurrió a Martín Felipe Castagnet, nuestro reciente fichaje estrella para esta segunda temporada.
C: ¿Pero a Martín Felipe no lo habíamos contratado como corrector?
H: Sí, y con un sueldo magro, como Dios manda. Pero el otro día lo eligieron en Bogotá como uno de los treinta y nueve escritores jóvenes más importantes de habla hispana…
C: ¡¿A nuestro corrector?!
H: Sí, al mismo. Yo ni siquiera sabía que escribía libros este muchacho. ¿Te acordás que lo recomendó María diciendo que era muy buen corrector? Ni siquiera lo estolquié.
C: Yo tampoco. El día que vino a tu casa y lo conocí pensé que era ingeniero.
H: Cuando leí la noticia en el diario de que era medio genio y que había escrito un par de novelas, algunas incluso premiadas y traducidas, me hice el boludo y le subí el sueldo.
C: ¡Bien hecho!
H: Y para disimular le di más responsabilidad en la revista. Así la gente cree que lo elegimos porque sabíamos que era un gran valor.
C: Me encanta cuando las cosas salen de casualidad y nos hacemos los boludos. Es como cuando soñás sabiendo que soñás… Ojalá un día nos animemos a preguntarle si ya le podemos decir solamente Martín, o si hay que seguir diciéndole Martín Felipe.
H: No, yo creo que hay que decirle Martinfelipe, todo junto.
C: Perfecto, quedamos así.
H: A propósito de jóvenes talentosos, ¿vos sabés quién escribió la reseña sobre Luciano Lamberti que hace de prólogo a sus tres cuentos?
C: Me imagino que vos, que sos el director. O yo, que soy el jefe de redacción.
H: No. Lo mandé a Martín Felipe a que la escriba él, a la reseña. Y yo me quedé rascándome el higo y leyendo Ciudad.com.
C: ¡Muy bien! ¡Que se joda por ser joven, talentoso y por tener dos nombres consecutivos!
H: Me encantaron esos tres cuentos de Lamberti, son poderosos.
C: No lo pusimos al pedo en esta sección nueva. Es uno de los mejores de su generación.
H: ¿Tiene cara de loco o me parece a mí?
C: Cuando lo conocés un poco y hablás con él no tanto, pero las fotos de Lamberti que hay en Google son imágenes perturbadoras.
H: Hablando de cosas perturbadoras. El otro día vino Juan Sáenz Valiente a casa, a pedirme disculpas porque no podía participar de este número de Orsai (pero sí del próximo, me dijo) y me regaló un calendario.
C: Como los tintoreros, que regalan almanaques.
H: Sí, un almanaque ilustrado del año 2020. Y en cada mes está el dibujo de un bombero desnudo en concha.
C: ¿Cómo en concha?
H: Sí, en vez de pito, estos bomberos desnudos tienen concha.
C: Muy extraño.
H: Lo peor es el bombero que corresponde al mes de abril. Es Gustavo Sala desnudo y en concha.
C: ¿Estás diciendo esto porque ahora viene la historieta de Gustavo Sala?
H: Sí. Pero quedate pensando en eso: Gustavo Sala, desnudo, en concha.

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